Era un lugar poco conocido, un remanso de paz muy especial del que únicamente disfrutaban «los de la zona»... hasta que las fotografías en Instagram, ... los vídeos en TikTok y otras imágenes en redes sociales consiguieron convertirlo en otro lugar imprescindible para el turismo internacional y poco amigable para el local.
Nunca antes habíamos capturado ni compartido tantas imágenes de viajes, veranos, momentos íntimos, interacciones sociales o gastronomía. Algunos expertos dicen que son precisamente las imágenes turísticas o de viajes compartidas en redes sociales por influencers las que están desencadenando la saturación turística, lo que se denomina como «destinos tensionados» (o incluso altamente tensionados). Si queremos utilizar un término más cool, anglosajón, hablaremos de overtourism. Los informes más recientes parecen confirmar la importancia de estas imágenes en la toma de decisiones sobre las vacaciones, como muestran los datos del último informe de Phocuswright, realizado con consumidores europeos. Según sus cifras, el 50% dice usar alguna red social para buscar ideas de viajes, sobre todo Instagram y Facebook, con un destacado 70%, seguidas de TikTok, X (Twitter en ese momento) y Snapchat.
El filósofo Byung-Chul Han explica que, en la sociedad positiva, las cosas convertidas en mercancía han de exponerse para poder ser y aquellas que no generan valor de exposición, las que son invisibles, no existen. Estaríamos pasando de lugares con valor cultural a meros escaparates si la fotogenia o la capacidad de conseguir 'likes' están marcando las referencias vacacionales o turísticas de gran parte del planeta. Si a todo esto sumamos la influencia que tienen las cámaras de los smartphones en las prácticas sociales contemporáneas (como ya demostraron estudios como los de Stelmaszewska, Fields y Blandford en 2008)... tenemos un cóctel turístico-visual veraniego que merece la pena analizar. Sobre todo, si tenemos también en cuenta los efectos colaterales como la gentrificación de algunos barrios. Byung-Chul Han nos advierte que no es posible habitar un lugar convertido en espacio de exposición, o en un parque temático, como denuncia el documental 'Bye Bye Barcelona'.
Desde hace años me llama la atención que, a pesar de que las fotografías a veces son muy posadas y poco naturales, generalmente responden al reclamo de captar lo que Estrella de Diego ha denominado como «lo auténtico»: la verdad de esos lugares y experiencias especiales, exclusivas, que casi nadie conoce... al menos hasta que son publicados en una cuenta con decenas o cientos de miles de seguidores. Algo que en el fondo conduce a convertir las ciudades en «parques temáticos» que, como afirma Deborah Phillips, se convierten en únicos gracias a un tema que les aporta una coherencia y una lógica que hace de la experiencia algo muy completo.
Por poner un ejemplo sencillo: la ruta Modernista en Barcelona. El problema es que esa supuesta autenticidad con frecuencia no resiste las hordas de la saturación turística y cada vez hay más lugares que fueron peculiares, originales, fascinantes... y hoy son otro hormiguero de turismo más en el que esas narrativas coherentes, que a priori les aportaron un valor extra, hoy han contribuido a masificar ciertas zonas e invisibilizar otras. Sobre todo, porque hemos de tener en cuenta que el turista cree saberlo todo sobre los lugares que visita, pero como bien explica De Diego, hay un conocimiento también en los destinos sobre lo que los turistas esperan y buscan, uniformizando también imágenes y ofertas.
Sin embargo, como investigadora en cultura visual me pregunto si son las imágenes y los influencers los únicos responsables de este crecimiento exponencial del turismo, con todos los problemas que está ocasionando en los últimos tiempos, o son uno más de los factores a tener en cuenta. Por un lado, no hay generalización exacta, y sigue habiendo viajeros con otros objetivos y escapadas culturales con otros fines. Por otro, no olvidemos la importancia que tuvo para el turismo el abaratamiento de costes de las líneas aéreas, lo que para Barcelona supone la parada de los cruceros o el papel de los alojamientos rurales. Esto último, por ejemplo, es lo que está sucediendo en Rincón de Soto, mi pueblo natal. No recuerdo que hubiera turistas, pero tras la aparición de varios alojamientos con presencia 'on line', este verano los vemos en las terrazas y caminando por el pueblo. No creo que tengamos muchos influencers posteando fotografías de Rincón, por lo que este auge del turismo en lugares hasta ahora poco habituales, «auténticos», considero que no podemos achacarlo únicamente a las imágenes compartidas en redes, sin restarles la importancia ni el impacto que obviamente tienen.
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