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Hizo el servicio militar en un destacamento de la costa cantábrica. Del destacamento a la estación de tren más cercana había sus buenos cincuenta y cinco minutos. Cincuenta y cinco minutos que podían convertirse en media hora larga si en lugar de por el camino ... se bajaba por la trocha del hayedo.
Serían las seis y media de la mañana de un mes de enero helador y llorón. Todavía no había roto la falsa aurora cuando a la altura del manantío de 'Lasaia' comenzaron a descolgarse los primeros copos de nieve. Subiéndose las solapas del tabardo estaba cuando, detrás de unos troncos semisecos, un vozarrón frío y penetrante como los carámbanos que colgaban de las secas ramas del hayedo le conminó a que no siguiera su avance.
¡Alto a la Guardia Civil!
Se detuvo como si le hubieran clavado los pies en el suelo.
Que vengo del destacamento –dijo sin saber muy bien de dónde había salido la voz que le había servido de advertencia.
Ponte donde yo te vea.
Poco tendrían que ver. Desabrochándose el tabardo, estuvo unos segundos a la espera de nuevos acontecimientos. Hacía un frío helador. Había empezado a nevar con fuerza. El agua que bajaba de 'Lasaia' tenía un color azulado. La oscuridad era casi completa y la cellisca castigaba el hayedo con saña. Pasaron unos segundos que le parecieron horas y del fondo de los matorrales apareció la figura de un guardia Civil, envuelto en su capote.
Que vengo del destacamento, que me voy de rebaje –le había dicho con un hilo de voz–.
¿Y cómo así no bajas por el camino?
Porque voy tarde para coger el trenillo.
Más tarde vas a llegar como no corras –oyó que alguien decía a sus espaldas–. ¿No habrás visto algo?
¿Algo de qué?
Algo de raro, desde las dos de la mañana estamos guardando la senda.
Pues está la noche como para esperar.
La campana de los agustinos estaba dando las siete y media cuando, sentado ya en la cafetería de la Estación del Norte, pensaba en el encuentro que aquella noche había tenido con la pareja de la Guardia Civil. Toda la noche... ¡y qué noche!, guardando la senda por si pasaba algo.
En el periódico, y mientras se le enfría el café con leche, lee que la Guardia Civil se retira de Navarra. Al parecer se ha acordado transferir sus competencias de Tráfico antes del 31 de marzo. Una medida muy criticada por PP, Cs y Vox, que acusan a Sánchez de «ceder al chantaje de Bildu». A cambio de sus votos, dice el periódico. Y acabando de leer la noticia está cuando por megafonía avisan de la inminente salida de su AVE. Eran otros tiempos. Hasta el domingo que viene, si Dios quiere, y ya saben, no tengan miedo.
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