Todo asesinato cruel adjunta a pie de página una carga de dramatismo y tragedia inimaginable para el lector corriente, que cree imposible que algo así pueda llegar a suceder hasta que la verdad desmorona su incredulidad. La muerte de Djafer Bechkat en Viniegra de Arriba ... supera incluso ese patrón. El plus de brutalidad y sordidez que rodea el caso y del que siguen goteando detalles descubre un realismo tan perturbador que solo parecía posible encontrar en algún relato de ficción. Por múltiples razones. Para empezar, por la manera en que trascendió, después de que un testigo observara casi por azar cómo dos individuos sacaban un bulto de una furgoneta en plena sierra y tiraban a una sima lo que resultó el cadáver de un argelino de 45 años. Para continuar, el conocer que los presuntos homicidas son dos viejos conocidos de las fuerzas de seguridad, con un abultado historial delictivo a sus espaldas. Y para remacharlo, el hecho de que al parecer una deuda de 15.000 euros fuera el detonante de un final salvaje en el que Djafer fue inmovilizado con bridas antes de recibir múltiples golpes y un disparo en la cabeza. Ajustes de cuentas, violencia extrema, una finca apartada a modo de celda, un lugar tan remoto como paradisiaco para deshacerse del cuerpo... Los pormenores del crimen podrían ser parte de una truculenta novela negra si no fuera porque son auténticos. Y sobre todo, muy cercanos para los vecinos de las 7 Villas o quienes alguna vez han visitado un enclave idílico. Con todos esos argumentos se hace difícil de asumir no solo que no se faciliten más datos oficiales sobre la noticia como píldoras contra la incertidumbre y el rumor (sin obstruir la investigación, claro) sino que se afee informar sobre él cuando, además, La Rioja acumula en poco tiempo un listado ya demasiado largo de crímenes violentos.

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