Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Eso decía Joan Manuel Serrat en una de las canciones más tristes de amor que se han escrito nunca y que se llamaba, claro, 'Sinceramente tuyo'. La Verdad es tozudamente cruel, tanto que hemos ... cogido la palabra y la hemos parcheado para, probablemente, poder seguir usándola sin sentirnos unos farsantes. Le hemos puesto mayúsculas porque así nos creíamos que era única e inmutable y le hemos otorgado superpoderes como aquel de hacernos libres aunque, en realidad, a poco que seamos capaces de distanciarnos de Nuestra Verdad, a poco que la veamos desde el avión, cuanto más defendible nos parece una Verdad, cuanto más digna de morir por ella, más pequeña, menos universal y, por tanto, menos verdad se hace.
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Nuestros hijos son, por supuesto, los más guapos, y si en la adolescencia llegan a casa perjudicados es porque algo de la cena debió sentarles mal. Las fiestas de nuestro pueblo son, por supuesto, las mejores; el idioma en el que hemos nacido es, sin duda, el más rico y más lleno de recovecos... Y como en España no se come en ningún sitio. Eso es lo que hacemos con la verdad, adaptarla, encajarla en el hueco que nos conviene como esos juguetes de bebé en los que hay que introducir diversas figuras geométricas en sus correspondientes espacios. Porque el hecho de que sea verdad que en España se comen cosas que no se comen en ningún sitio no quita que lo mismo pase con el resto de comidas del mundo.
Repetimos ahora, por ejemplo, y es el ejemplo pequeño que me ha traído a pensar lo anterior, que últimamente parece que todo el mundo tiene un podcast, es una recién incorporada verdad, y no, lo que sí pasa es que todo el mundo se reúne alguna vez a grabar un podcast con unos amigos, les parece una buena idea y, sobre todo, pueden hacerlo, basta con comprar unos micrófonos, juntarse a echar unas risas y mirar un par de tutoriales en YouTube para aprender a colgarlo en las redes. Todo es divertido en el proceso: pensar el título, el contenido, prepararlo, grabarlo... Así que muchos lo hacen e incluso repiten un par de veces antes de comprobar frustrados que, inexplicablemente, sus opiniones, sus gracias o sus sentencias no despiertan el interés de mucha gente más allá de familiares y amigos. Si antes se decía que todo el mundo tenía un libro para publicar o un guion en un cajón que, piensan, sería una gran película y no por ello decíamos que todo era escritor o guionista, en algún momento deberemos de nuevo quitarle la cáscara a la verdad y empezar a decir que todo el mundo quiere un podcast. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
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