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El monolito que Haro dedicó hace algunas semanas a las víctimas de la pandemia lo confundieron unos idiotas con un retrete y allí excretaron toda su intelectualidad. Creíamos que el confinamiento, que el bicho iba a dejar algo de bueno; un cambio, quizás, en los ... fundamentos morales y en las prioridades ciudadanas y va a ser que no. Las buenas intenciones tienen las patas cortas. No es ya que se multipliquen los bosés de las teorías conspiranoicas, los terraplanistas del coronavirus y los que se sienten víctimas de un contubernio de orden superior, de una confabulación venusiana; es que crece la lista de los que se entretienen en un Cluedo nauseabundo para buscar culpables. Jueces y verdugos a la vez, hay que entenderlos: se alimentan de un clima político insoportablemente infecto, irritantemente incapaz de aunar esfuerzos, de sumar en un empeño común. 'Ratas psicópatas' se leía al pie del monolito damnificado. No era un insulto. Era la firma de los autores.
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