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Cada quincena supone una semana de incubación. Así que tenemos de plazo desde el pasado domingo y hasta el próximo 10 de mayo para saber si el bastardo ha enclocado y la salida a la calle de los menores ha sido un acierto o un ... precipitado error.
Las redes sociales llevan más de 48 horas echando humo porque no tienen paciencia y al frente de sus teclados hay demasiado bocachancla. No me suelo fiar de ellas por ello y, sobre todo, porque, por lo general, hurtan la identidad del emisor. Arriba, en la data, está mi DNI periodístico, pero no hay rastro de tal en las fuentes de bulos que muchos, erróneamente, equiparan con los medios de comunicación. Esta vez, sin embargo, las he atendido. Tanto a las que se oponen a la ventilación infantil, no por los paseos en sí, sino por la «irresponsabilidad manifiesta» de sus tutores legales, como a las que se felicitan por haber recobrado el derecho a la libre circulación de los niños, si bien condicionado a los cuatro 'unos' de Sanidad: una hora, una vez al día, un kilómetro de distancia, un adulto.
Los entusiastas con la decisión del Gobierno poco han podido hacer ante el envite de los críticos, quienes les ganan de saque en 'retuits' y 'likes'. Y, así, lo que más se mueve es que de los cuatro 'unos' tasados falla el correspondiente al adulto, de forma que el aireo infantil se ha convertido en un tornado que amenaza con hacer trizas todo lo ganado al coronavirus. En quince días. El tiempo que se toma el microscópico canalla para devastar.
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