QUIENES SOMOS, QUIENES ERAN

La cosa es que, aunque los subamos a los altares, esos padres de la patria eran, en el fondo, como nosotros; gente que sudaba, eructaba y hasta se tiraba pedos. Humanos, en fin, con sus egoísmos y ambiciones, y con el sistema de valores morales de aquella época.

Y sí, si nos creemos hijos de la patria, será para asumir como propia TODA la historia de ese terruño. No para sentir orgullo por todo lo que hicieron nuestros antepasados, sino para saber que somos quienes somos gracias a quienes eran, buenos y malos.

La conquista española de América es un buen ejemplo. En 1492 una nación europea se encontró con algo que no esperaba (un continente entero a su alcance, poblado por otros pueblos tecnológicamente más vulnerables) y pasó algo históricamente muy grande, que ha configurado cómo es el hoy de varios cientos de millones de personas.

Pedir perdón por aquello es un sinsentido, como lo es sentirse agraviado si a uno le dicen que en aquellos siglos se cometieron muchas barbaridades. Se cometieron, claro, no se puede negar; pero no deberíamos juzgar a aquellas personas por nuestra escala de valores, porque no tienen nada que ver con ella.

Es Historia, con mayúsculas: aprendamos de ella, no la usemos para hacer política barata 500 años más tarde.