Secciones
Servicios
Destacamos
Decir «que les den» es uno de los grandes placeres de la humanidad. Supongo que en todo el mundo, pero en España, al menos sin duda alguna. Alegrarse por el bien ajeno es una sensación gratificante, pero ni la mitad que disfrutar con ... el mal de ese otro. Aunque en realidad de ese mal parta un mal igual para nosotros.
Últimamente, veo a demasiada gente a mi alrededor francamente regocijada por lo aparentemente regular que les va a los ingleses y a los catalanes. Dos objetivos sencillos, vistos desde lejos, porque actitudes propias y ajenas les han convertido en muñecos de pimpampúm de lo más lucido.
Los dos, además, están compartiendo un mismo designio: una parte significativa de ambas sociedades quieren dejarnos. Unos quieren dejar Europa, y los otros España (aunque también Europa, de rebote).
Y claro, nos regocija ver a los ingleses liados sin aparente remedio, asomándose a un abismo que les hará perder dinero y mucho más. Que les den: ellos se lo han buscado.
Lo de los catalanes es capítulo aparte. Entre el cabreo que produce el monotema de los independentistas y la parálisis de un gobierno y de un parlamento secuestrados, es fácil decir lo mismo: que les den.
Lo malo es que esa alegría por el mal ajeno tiene, al menos en estos dos casos, un claro efecto bumerán. El «que les den» se convertiría en «que nos den» más pronto que tarde. Si a los británicos, el principal mercado del Rioja, les va mal, a nosotros no nos irá bien. Si a los catalanes no les chuta el país, sufriremos nosotros también. Los malos sentimientos no salen a cuenta.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.