El poder omnímodo y sin contrapesos que Vladimir Putin ejerce en su país continúa acosando a Ucrania y tratando de someter la libertad de sus ciudadanos como una pieza disponible para jugar a la simulación de que Rusia está a la altura de Estados Unidos ... y China. La reunión de ayer entre el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, volvió a demostrar que no hay acuerdo posible ante la exigencia de Moscú de que la Casa Blanca cierre la puerta de entrada a la OTAN a Ucrania y a otros antiguos miembros de la órbita soviética. El despliegue de hasta 100.000 soldados rusos cerca de la frontera ucraniana –también a través de Bielorrusia– ha tenido para Putin la virtud de fortalecer la Alianza Atlántica frente a nuevas alternativas de defensa y seguridad en la UE restableciendo la dinámica bipolar. Junto a ello, el despliegue supuestamente bélico en torno a Ucrania puede atribuirse el logro de que su ingreso en la OTAN no entre en la agenda de los aliados. Dos triunfos con los que el Kremlin podría sentirse satisfecho y, al tiempo, convertirle aún en más adepto a la utilización de la amenaza que denomina «técnico-militar».
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Los socios de la UE y los de la Alianza Atlántica tienen el deber inexcusable de disuadir a Rusia de que pretenda expandir su poder hacia países soberanos de su entorno geográfico y que lo quiera hacer por la fuerza. Y la misión ineludible de persuadir a Putin para que atienda a las necesidades e intereses comunes de los rusos mediante el diálogo con el mundo democrático renunciando a forzar negociaciones bajo chantaje. Pero también para eso es imprescindible que Rusia y los rusos sepan que tendrían mucho que perder y nada que ganar si se empecinan en mantenerse en una escalada de la tensión, aunque sea en gran medida ficticia.
España no puede quedarse de perfil ante una situación tan crítica, sino reafirmar su compromiso con la estabilidad en el hemisferio norte, incluyendo la participación de nuestras Fuerzas Armadas en el mantenimiento de los equilibrios actuales. Partiendo de operaciones ordinarias, pero sin eludir la implicación directa en actuaciones que requiera la OTAN. Resulta tranquilizador que la parte socialista del Gobierno haya querido significar que los ministerios «de Estado» –en este caso, Exteriores y Defensa– están en su mano. Pero es necesario que Unidas Podemos respete las obligaciones contraídas por nuestro país.
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