Putin o la dignidad humana
EDITORIAL ·
Un autócrata que se permite revisar la historia y corregirla por la fuerza constituye una amenaza para sus coetáneos. Atender y acoger a los huidos de Ucrania es una obligaciónEDITORIAL ·
Un autócrata que se permite revisar la historia y corregirla por la fuerza constituye una amenaza para sus coetáneos. Atender y acoger a los huidos de Ucrania es una obligaciónLa autocracia dictatorial y expansiva de Vladímir Putin ha revelado este jueves su verdadera naturaleza. El peor de los pronósticos que se barajaba se hizo realidad: una potencia nuclear como Rusia invadía un país vecino como Ucrania, lindante con la Unión Europea y parejo en ... habitantes a España. Tras declarar la independencia de Donetsk y Lugansk, el régimen de Moscú bombardeó objetivos repartidos por todo el territorio ucraniano, mientras sus tropas se acercaban a la capital Kiev con la toma de las ruinas radioactivas de la central de Chernóbil. Los ataques provocaron la huida de sus hogares de miles de ciudadanos como una presión añadida sobre la UE.
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Un autócrata que se permite revisar la historia y corregirla a la fuerza representa un peligro directo para sus coetáneos. Más aún si, como en el caso, pretende con 69 años eternizarse en un poder sin contrapesos para extender sin límites las lindes de su país y sus redes de coacción e influencia. El discurso con el que el presidente ruso anunció el ataque a gran escala contra Ucrania fue tan demencial como aterrador al informar de que busca la «desnazificación» y la «desmilitarización» del país vecino y advertir de que impedírselo acarrearía las peores consecuencias. Ello, una semana después de que el Kremlin y sus voceros tildasen de «histéricos» los avisos estadounidenses de una pronta invasión, tras el rito procesional de dirigentes europeos sentándose al otro lado de la mesa de Putin y después de que éste asegurase una y otra vez que su intención era solo garantizar la seguridad de su país.
Resulta imposible acordar un marco de seguridad mutua en Europa en relación a Rusia cuando el interlocutor se vale del engaño para imponerse a la fuerza mediante mucho más que los hechos consumados sobre el Donbass. Las imágenes de ayer hacen inevitable la sensación de que la UE, la OTAN y Estados Unidos han ido por detrás del guión trazado por Putin. La propia lógica de que las sanciones solo pueden aplicarse tras la comisión de actos punibles alienta la temeridad de quien infringe las bases del Derecho internacional. Aunque es todavía menos justificable que en los países democráticos se confiase más en las palabras de Putin que en su despliegue militar. «La sorpresa fue nuestra aliada», se jactó el líder ruso ante los grandes empresarios con los que se reunió ayer tras la ofensiva para justificarla como respuesta obligada a la «negativa a negociar» de la otra parte. Empresarios deudores del Kremlin que no le pusieron más pegas que su necesidad de recurrir a los mercados internacionales ante las sanciones anunciadas.
Si Putin ha conseguido llevar la delantera de manera tan atroz se debe, entre otras razones, a que la UE no ha asumido de antemano compromisos colectivos para hacerse cargo de su propia seguridad junto a la OTAN. Y a que tampoco ha buscado de verdad una solución compartida a sus necesidades energéticas, de clara dependencia respecto a Rusia. Pedro Sánchez admitió ayer que el conflicto va a afectar a la recuperación económica tras la pandemia. Costes que los españoles debemos asumir como europeos y demócratas, también porque no los habíamos afrontado de manera preventiva. Entre esos costes hay uno ineludible para la unánime condena de la invasión rusa: la acogida y atención a los ucranianos que huyan de su país cuando muchos de ellos pueden constar en las listas negras de la invasión rusa. Una obligación humanitaria. Y un deber para demostrar a Rusia que a este lado del frente invasor hay una Europa solidaria.
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