Unas mujeres pintaron murales de otras mujeres a las que admiraban y entonces llegaron unos marichulos y los emborronaron. Debían creer que borraban la historia escrita a contracorriente de la intolerancia de gente como ellos. Encima del rostro de la filósofa María Zambrano uno de ... estos valientes escribió: «puta feminista». Dejó constancia de su originalidad usando el más viejo insulto machista contra las mujeres y lo unió al de feminista. Este chulito seguro que justificará su acción ante los que le aplauden argumentado que las feministas odiamos a los hombres. Estos tipos son tan machos que se pasan el día luchando contra ellos mismos en vez de contra su ignorancia. Ni idea tienen de quién fue María Zambrano ni que enseñó en sus libros que la «actitud de preguntar supone la aparición de la conciencia». Sin hacerse preguntas es difícil obtener respuestas y habitados de ignorancia desprecian la conciencia que nos distingue como personas.

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En las opiniones que ha generado este 8 de marzo se observa una virulencia creciente contra el movimiento feminista. Cuando avanzamos los que antes nos ridiculizaban se ocupan hoy en desprestigiar a todo el feminismo. Su recurrente argumento es falso y desmentirlo es agotador. Dicen y muchas mujeres lo creen, que luchamos contra los hombres porque los odiamos y criminalizamos. Nunca el movimiento feminista se inspiró en el odio. Luego está esa frasecita que corre por las redes sociales de «que a los hombres también les duele cuando matan, violan o lastiman a mujeres» y que «esta lucha no es de mujeres contra hombres, sino de gente buena contra gente mala». Claro que muchos hombres sufren por nosotras pero ello no rebate que haya más mujeres asesinadas por ellos que al revés. Ese es el problema. En un vídeo una mujer se pregunta por qué las feministas defendemos nuestros derechos en España, Alemania o Inglaterra, y no en Arabia Saudí, en Marruecos o en Irán. Apunta, maliciosamente, que es porque en esos países no hay subvenciones. ¡Ay, señora, qué tristeza!, lo que en esos países no hay es democracia.

Llevo tiempo preguntándome de dónde sale tanto odio que se extiende como una mancha de aceite en este país. Solo tiene éxito la simpleza y la futilidad de la frase. Triunfa el sopapo sin argumentos al contrario, el zasca burdo y contundente, el que suena a bofetada. No sé si es la pandemia o que es que cíclicamente aflora una intolerancia latente que nos divide sin remedio. Desde el origen de los tiempos nuestra lucha por la igualdad ha sido un camino ingrato, jalonado de humillaciones y desprecio. Cada vez más hombres caminan a nuestro lado y esto es un éxito reciente. Como siempre fuimos infamadas y ridiculizadas no debemos desfallecer. Superar las provocaciones nos fortalece porque la razón es más fuerte que el odio.

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