¿Punto de inflexión?

Un negocio que abre donde otro había cerrado. Hasta ahí, todo normal. O al menos algo tan frecuente como para que nadie se sorprenda. A rey muerto, rey puesto; y a otra cosa, mariposa. Lo que ya no es tan normal, o al menos algo ... tan frecuente, es que el nuevo negocio apueste por conservar algo del viejo. Y ello lo convierte en noticia. En noticia y, ya puestos, quien sabe si en un demandado punto de inflexión. Logroño carece en la actualidad de normativa alguna que obligue a la conservación o protección de elementos singulares tales como escaparates –o fachadas–, dejando exclusivamente a la decisión del propietario la supervivencia de los mismos. Sin embargo, no es cuestión de tal o cual ordenanza, sino de esta o aquella sensibilidad. De la que llevan años mostrando en otros lares mientras aquí cada local que se dispone a abrir lo hace con la condición de eliminar cualquier huella de lo que fue en el pasado. Aún recuerdo las largas conversaciones mantenidas con mi compañero y amigo, referente durante años de estas mismas páginas, Luis Sáez Angulo, sobre esa sensibilidad con la historia de cada bajo una vez cruzados los Pirineos. Admiraba con envidia el bueno de Luis cómo los franceses eran capaces de mantener la esencia en lugares que sabían conservar claramente los usos que habían ido albergando a lo largo del tiempo. Y, sin embargo, aquí... Viva lo nuevo, muerte a lo viejo, no vaya a ser que nos tomen por horteras en vez de modernos. Hay quien ya ha levantado la voz ante el enésimo establecimiento comercial de Portales que va a dar lugar al enésimo establecimiento hostelero, pero también hay quien piensa si no será este caso el camino para que, al menos, se mantengan «elementos de identidad diferencial» como es la fachada del Tebriz, ahora La Difunta. Larga vida si va a ser así.