La economía empieza a ofrecer indicios de una intensa recuperación que, según las estimaciones del Gobierno y de otros organismos, cogerá impulso en la segunda mitad de este año y se acelerará el próximo. El excepcional comportamiento del empleo en mayo, precedido por la mejora de otros indicadores, alimenta tales expectativas. El fuerte aumento de la afiliación a la Seguridad Social le permitió recobrar el nivel previo a la pandemia, mientras la caída del paro en 129.378 personas es la mayor de la serie histórica iniciada en 1996. La Rioja no solo se sumó a esa tendencia de recuperación sino que se mostró como una alumna aventajada capaz de ofrecer el mayor recorte al desempleo entre todas las comunidades: las listas del paro descontaban 1.195 personas y dejaban la tasa regional en el 11,7, ell menor del país. Una mínima cautela aconseja esperar a la evolución de los acontecimientos para verificar la consistencia del rebrote y que España ha entrado en «una nueva fase», como anunció ayer la vicepresidenta Nadia Calviño. Pero, una vez superado el último pico de la pandemia que contrajo el PIB un 0,5% en el primer trimestre, los datos más recientes señalan que el punto de inflexión ya se ha producido o está muy cercano.

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Hostelería y servicios han impulsado la contabilidad del desempleo. En la Rioja, además, la agricultura ha secundado los excelentes datos regionales, lo que evidencia que el dinamismo de la actividad está directamente relacionado con el levantamiento de las restricciones a la movilidad tras el final del estado de alarma y los progresos en la vacunación. Ambos factores permiten acoger el verano con un cierto optimismo ante el previsible empuje del sector turístico y del consumo, sustentado en el ahorro acumulado por las familias durante la etapa más dura de la crisis sanitaria. Los próximos meses, en los que empezarán a llegar las ayudas europeas, serán determinantes para calibrar la solidez y la pujanza del crecimiento que ya asoma. Nada más eficaz para impulsarlo que acelerar al máximo el proceso de inmunización a fin de volver cuanto antes a una situación de normalidad y amortiguar los efectos de posibles variaciones futuras del virus.

Las cifras del mercado laboral son esperanzadoras, pero no justifican euforia alguna. No solo porque, pese a los avances, el paro se mantiene en niveles inaceptables y el empleo creado es de baja calidad, sino porque los 540.000 trabajadores en ERTE ensombrecen la fotografía.

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