Por un puñado de km/h.

Ese mismo año, 2006, el 19 de julio se publica en el BOE la ley «por la que se regula el permiso y la licencia de conducción por puntos y se modifica el texto articulado de la ley sobre tráfico, circulación de vehículos a motor y seguridad vial». Qué desatino, una legislación para mayor gloria pecuniaria de los centros autorizados en los cursos de formación y reeducación vial: considerable oposición inicial de la población a la nueva ley.

Con la perspectiva de tres lustros, la interpretación sobre la entrada en vigor de ambas normas no deja lugar a la duda. Más allá de estadísticas, esas leyes han reportado considerables beneficios a la sociedad.

El martes entró en vigor la reforma del Reglamento de Circulación, que reduce la velocidad máxima en numerosas calles. El objetivo, minimizar las muertes en atropellos, que se reducen al menos 5 veces si la velocidad del vehículo que impacta es de 30 km/h. en lugar de 50, defiende la DGT. El riesgo de muerte disminuye hasta 9 veces, enfatiza Interior.

En muchos casos, la diferencia entre la vida y la muerte está en la velocidad a la que se produce el accidente. Aunque necesitemos años para reconocer la evidencia.