El incendio provocado por el asalto ruso a las instalaciones de la mayor central nuclear de Europa, en Zaporiyia, hizo saltar todas las alarmas del continente en la noche del jueves al viernes, ante el temor de que la advertencia de Putin a Macron de ... que «lo peor está por llegar» pudiese hacerse realidad mediante una fuga radioactiva. A pesar de que la OIEA emitiese un informe asegurando que no se había producido fuga de material, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió ayer de urgencia a petición de Boris Johnson. Las reiteradas bravatas del Kremlin, recordando que Rusia es la primera potencia nuclear del planeta, han pasado a estar muy presentes en el ánimo de gobiernos y ciudadanos. Mientras Putin prosigue en su demencial escalada cobrándose la vida de civiles indefensos y destruyendo zonas residenciales e infraestructuras. Sin que resulte fácil imaginar siquiera sanciones económicas que se sitúen a la altura de los desmanes de una invasión sin miramientos. Y menos que sean capaces de disuadir de inmediato a Moscú para que cese su agresión y devuelva sus tropas a territorio ruso.

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La amenaza nuclear por parte de Putin no es una advertencia vaga, remota o sin una intención precisa. Viene a señalar que toda intervención bélica directa de la OTAN o de cualquiera de sus estados miembros en defensa de la vida y la integridad de los ucranianos conduciría indefectiblemente a un pulso nuclear. Dando por supuesto que esa sería su opción. Ayer los ministros de Exteriores de la Alianza Atlántica hablaron de la eventualidad de convertir el cielo de Ucrania en zona de exclusión aérea, para descartar tal medida. Al tiempo que Putin se dirigía a los países limítrofes con Rusia exigiéndoles que no adopten más sanciones si no quieren verse envueltos en una espiral creciente.

La agresión sin límites lleva ventaja por su propia naturaleza; porque superpone y simultanea amenazas imposibles de soslayar y muy difíciles de confrontar sin hacer el juego al agresor. El Kremlin trata de neutralizar Ucrania violentamente para disolverla, a la vez que baraja la posibilidad de hacer lo mismo con otros países. La UE, el Reino Unido y Estados Unidos no tienen otro remedio que contenerse en el empleo de la fuerza contra la fuerza. Aunque a estas alturas nadie está en condiciones de descartar escenarios en los que sea necesaria una intervención militar directa.

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