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La decisión del Gobierno de Vladímir Putin de cortar el suministro de gas a Europa alegando una avería en la planta Nord Stream I, que conecta Rusia y Alemania, tiene todas las trazas de ser una represalia tras el tope al precio del petróleo ruso ... con el que el G7 pretende acotar las fuentes de financiación del Kremlin en plena guerra contra Ucrania. Una sospecha alimentada no solo por los precedentes protagonizados por el régimen de Putin, sino por la advertencia de Siemens, proveedor de las turbinas de Nord Stream, de que la fuga argumentada por Moscú carece de la entidad suficiente para justificar el veto al suministro. Quien truncó las opciones de distensión diplomática y vulneró la legalidad internacional invadiendo la soberanía ucraniana difícilmente va a tener miramientos con las reglas que rigen y han de regir las relaciones entre países y los contratos que operan en mercados tan sensibles como el energético. Era y es de esperar, por tanto, que Putin reaccione utilizando las armas no bélicas que tiene en su mano para tratar de hacer prevalecer su renovada vocación imperialista en la contienda ucraniana y contra quienes se oponen a su autoritarismo en la escena internacional; singularmente, sus vecinos de la Unión Europea. El presidente ruso puede permitírselo porque su coacción actúa de manera más inmediata que la que pueden ejercer aquellos sometidos a las normas y protocolos de las sociedades democráticas y que siguen dependiendo del flujo gasista ruso. Distinto es cuánto y hasta dónde podrá prolongar el Kremlin su chantaje energético ante el estrangulamiento de sus finanzas y recursos.
Es ahí, en paralelo a la escena bélica, donde se dirime la resolución de un pulso que ha dejado de ser coyuntural por la agresión a Ucrania para transformarse en una pugna por el futuro. Por el futuro de la independencia y la sostenibilidad energéticas de Europa que aparece hoy enlazado, por las singulares características del desafío de Putin y de este trance histórico, a la defensa misma de los valores de la democracia, la libertad y el respeto a las reglas del juego. La UE está exhibiendo una respuesta unitaria que no evita la impresión de que sus medidas se activan más desde la trinchera defensiva y reactiva que con eficacia anticipatoria. Y anticipación es lo que exige la creciente apuesta de Rusia por la 'guerra del gas' para atenazar a la Unión en los meses más fríos, interpelando a los ministros de Energía comunitarios a una reacción compartida y contundente en su cumbre de este viernes.
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