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La bandera del feminismo en España está en medio de una lucha sin cuartel entre el neofeminismo que encarnan las ministras de Podemos, Irene Montero y Ione Belarra y el feminismo tradicional que capitanea Carmen Calvo ex-vicepresidenta del Gobierno y ahora diputada rasa en ... las bancadas del PSOE. Calvo quiere seguir dando la batalla por la igualdad entre hombres y mujeres frente a la ideología 'queer' que defiende la autodeterminación de género. Probablemente uno de los motivos que explican su salida del gobierno de Sánchez fue, precisamente, su confrontación con los socios de Unidas Podemos en esta materia. La redacción definitiva de la Ley Trans que salga aprobada del Congreso inclinará la balanza hacia uno u otro sector del feminismo nacional. La coincidencia del debate parlamentario con la elaboración de los últimos Presupuestos Generales y con los procesos electorales en los próximos meses, será un factor decisivo para que el presidente Sánchez se decida en uno u otro sentido. La clave del pulso, aunque hay otros muchos elementos polémicos en la ley Trans, será la aprobación o no de la llamada autodeterminación de género que permite el cambio de sexo sin informe médico ni tratamientos previo desde los doce años.
El problema es que Sánchez necesita evitar excesivas tensiones en el Gobierno de coalición y ya ha dado pruebas de que le cuesta menos ceder en cuestiones ideológicas que en temas presupuestarios. Además, la hoja de ruta de Moncloa indica que de cara a las elecciones generales de 2023 pretende aglutinar el voto de la izquierda podemizando al máximo su discurso. Tendrá que sopesar si le interesa más no ponerse en contra la poderosa influencia política y mediática del colectivo LGTBI o dejar en evidencia al feminismo tradicional del PSOE para quien si sale la 'ley Trans' tal y como está redactada y, según la propia Carmen Calvo, puede destrozar la potente legislación igualdad que ha impulsado el socialismo desde hace años.
Pero desde el plano electoral el propio PSOE tiene contradicciones internas porque en su seno ha ido consolidando también un sector afín al neofeminismo que reivindica el género por encima del sexo biológico. Con mucho peso específico dentro del Gobierno a través de la Secretaría de políticas LGTBI dirigida por Víctor Gutiérrez, está más cerca de Podemos en esta materia que de las feministas clásicas y están dispuestos a dar la batalla cuando la ley vaya al Congreso. El voto de las mujeres es el telón de fondo de un pulso que, sin embargo, va más allá de una cita electoral porque puede abrir el camino a lo que está aflorando ya como la tentación totalitaria del feminismo radical, que intenta instrumentalizar este delicado asunto para imponer su agenda militante. Su lema es que de la radicalidad vendrá el cambio.
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