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El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, huido de España poco después de la no consumada Declaración Unilateral de Independencia (DUI), está sopesando la posibilidad de solicitar la nacionalidad belga. La otra opción, entregarse a la Justicia española cuando se rebajen las penas por sedición, ... lo que no le privaría probablemente de un tiempo de cárcel, no parece seducirle. Tal decisión es un disparate más que a nadie sorprende. Sin embargo, el gesto tiene un claro significado político: aunque JxCat no quiere quedarse descolgada de la negociación con el Estado, el sucesor de Artur Mas al frente de la Generalitat no cree que ese diálogo entre los gobiernos español y catalán vaya a resolver el conflicto. La UE está a la expectativa en este asunto, tratando de que los propios españoles resolvamos el problema catalán, y si ERC, la principal fuerza nacionalista, consigue un acuerdo con Madrid en el marco de la Constitución, JxCat y Puigdemont se hundirán en la irrelevancia dentro y fuera de España. Por eso Puigdemont piensa que su posición personal será tanto mejor cuanto peor vayan las conversaciones para cerrar la crisis de 2017. Seguro que Junqueras ya lo ha interiorizado hace tiempo.
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