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Está muy bien la polémica con la sirena de El Espolón porque nos devuelve a nuestras pequeñas guerras de siempre, hermosas trincheras de portal, de calle y barrio que tanto hemos disfrutado. Qué maravilla volver al conflicto delicioso e invisible del vecino que te sonríe ... en el ascensor con total cordialidad –«¡Hombre qué tal, buenos días!»–, aunque sabes que no te soporta porque aparcas pisando su línea blanca en la plaza del garaje o porque no recoges cada día los folletos del buzón. La vida en los pueblos y ciudades está hecha de esos mimbres fabulosos; somos así. La pandemia convirtió a esta gente en inquisidores de balcón, Gestapo de mascarilla y denunciantes de todo. Durante meses se asomaban con las hoces y las antorchas dispuestos a descargar su frustración contra cualquiera que estuviera volviendo de sacar al perro un minuto más tarde del toque de queda. Saldremos mejores. Ya.

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larioja Una puerta