¿Puente de la Inmaculada o puente de la Constitución?
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Nuestros medios televisivos –sobre todo el estatal, que tendría que ser de todos– tienden a hablar del puente de la Constitución (6 de diciembre) obviando sobre todo en algunas tertulias lo que podría ser designado como el puente de la Purísima, como ha calificado nuestro ... pueblo la fiesta del 8 de diciembre. Así nuestro pueblo sencillo ha calificado siempre la fiesta del 8 de diciembre. Pero cada cual que diga lo que quiera, faltaría más.
Una de las personas que más me han llamado la atención a la hora de escribir sobre la Virgen María, de la que celebramos su Concepción Inmaculada el próximo día 8, no ha sido ni papa, ni obispo, ni teólogo ni cura ni monja. Ha sido alguien que se ha autodefinido como «ateo intelectual que llega hasta a imaginar un mundo sin Dios. Pero ahora veo que siempre conservé una oculta fe en la Virgen María. En momento de apuro se me escapaba maquinalmente del pecho esta exclamación: ¡Madre de misericordia, favoréceme!». Estoy hablando de un escritor y filósofo español perteneciente a la llamada generación del 98, que cultivó con audacia y talento géneros tan diversos como la novela, el ensayo, el teatro y la poesía. Rector de la Universidad de Salamanca, diputado de las Cortes constituyentes de la Segunda República, miembro de la Real Academia Española, y que se llamaba Miguel de Unamuno, vasco él y español universal.
La cita que ofrezco más arriba pertenece a su diario íntimo, que culminó con las siguientes afirmaciones que yo he meditado a menudo ya desde mis tiempos de seminarista: «María es de los misterios el más dulce. La mujer es la base de la tradición en las sociedades, es la calma en la agitación, el reposo en las luchas. La Virgen María es la sencillez, la madre, la ternura». Y continúa el autor de 'Niebla' diciendo que «de mujer nació el Hombre Dios y que el mayor pecado que se puede cometer en esta vida es insultar a la Madre de Dios».
Esta es la mujer a la que el pueblo cristiano recuerda, honra y canta el 8 de diciembre. Y lo que honramos es el hecho de ser concebida María libre de todo pecado y llena de gracia. El que sea en esta fecha es bien sencillo: se trata de los nueve meses exactos previos al día que celebramos el Nacimiento de María el 8 de septiembre.
¿Cuál es el origen de que este día sea festivo en España? Dicen los expertos que esta festividad está relacionada con el conocido como 'Milagro del Empel'. Este milagro tuvo lugar durante los días 7 y 8 de diciembre de 1585 durante la guerra de los Ochenta Años en la que el ejército español –en inferioridad de condiciones– le dio un buen repaso al ejército de los Países Bajos. La cosa fue tan sonada que la consideraron un milagro que atribuyeron a la intervención de la Virgen María. De ahí a declarar a la Inmaculada patrona de los Tercios españoles –el equivalente al actual cuerpo de Infantería de nuestros ejércitos– no hubo más que un paso.
Así es como la fiesta de la Inmaculada se celebró en España antes que en ningún otro sitio de la cristiandad. Sin embargo, esta fiesta no se celebró en el resto del mundo hasta el año 1854 cuando el Papa de entonces, Pío IX, declaró el dogma (la verdad teológica) de la Inmaculada Concepción.
El Papa Juan Pablo II estuvo dos veces en Santiago de Compostela. La primera el año 1982, con ocasión del Año Santo Compostelano. Al despedirse de España, ya en la escalerilla del avión, dijo aquello tan alentador a la Europa que ya comenzaba a secularizarse: «Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades». Palabras alentadoras en un Papa polaco venido del frío.
Pero hay una anécdota del mismo Juan Pablo que me resulta más entrañable si cabe. 1989. El Papa visita Santiago con motivo de la Jornada Mundial de las Juventud. Al despedirse, y ante más de dos millones de jóvenes, gritó con aquella voz poderosa que tenía Karol Wojtyla: «Adiós España, tierra de María». ¡Ahí queda eso!
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