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Lo que pudo ser

CHUCHERÍAS Y QUINCALLA ·

Teri Sáenz

Logroño

Domingo, 31 de enero 2021, 10:18

Mario Herrera ha ejercido como director general del Gobierno de La Rioja igual que podría haber sido alto cargo en Aragón o en cualquier otro lugar. Tras la debacle de Podemos en Castilla-La Mancha en las autonómicas del 2019, Francis Gil, uno de los ... muñidores en la sombra de la entrada de la formación morada en el Ejecutivo de Emiliano García-Page en el 2017, se ofertó como negociador en los territorios donde la marca también había retrocedido, pero era clave de Gobierno. Aquel era el escenario en La Rioja y, también, en Aragón. En su viaje, no vino solo. Con él trajo, entre otros, a Herrera, concejal entonces en Ciudad Real y el rostro visible en las conversaciones con un PSOE que siempre receló de sus modos e intenciones. En Zaragoza pronto prescindieron de los manchegos, pero en Logroño se hicieron fuertes gracias al cainismo crónico y la bisoñez de Podemos aquí. En apenas tres meses, y sin apenas conocer un ecosistema político ajeno, logró algo inédito. De una tacada ayudó a implosionar la gestora, situó a Raquel Romero en el Gobierno cuando Nazaret Martín ya tenía formado su equipo como consejera nonata y él mismo (igual que Gil) acabó cobrando una nómina del erario público riojano. El resultado final de aquella hazaña solo entendible desde la lógica que rige en una parte de Podemos da más valor a lo que no fue. El Ejecutivo monocolor por el que Francisco Ocón tanto clamó, las tres consejerías (¡¡¡tres!!!) que pedían Herrera-Romero para desalojar al PP tras 24 años de poder, o la exigencia de Andreu a sus socios de una cuota de ejemplaridad, modestia y compromiso.

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