La UE, a prueba
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Si los instrumentos para afrontar la última crisis presentan rigideces, habrá que habilitar con prontitud otros nuevosLos ministros de Economía y Finanzas de la UE volvieron a fracasar en la madrugada de ayer en su cuarta tentativa para perfilar una respuesta conjunta a los efectos económicos y sociales del coronavirus que los líderes de la Unión puedan rubricar en su próxima ... cumbre. El Eurogrupo se reúne hoy de nuevo después de que las exigencias de Italia y las resistencias de Países Bajos impidieran el acercamiento a una posición común. Desbloquear distintas líneas de financiación que aporten hasta 500.000 millones de euros a las economías resentidas por la pandemia parece el único objetivo posible, con la esperanza de que ello diera paso a un «fondo de recuperación» capaz de atender las necesidades que afloren tras la salida de la crisis sanitaria.
Lo ocurrido hasta ahora revela la debilidad institucional de la Comisión, que no se ha mostrado capaz de avanzar propuestas que superen las desavenencias entre los gobiernos, así como las limitaciones de los respectivos titulares de Economía. Solo una decisión política a nivel del Consejo Europeo podría despejar el horizonte con la apertura de mecanismos de solidaridad financiera que no introduzcan como condición imprescindible reformas estructurales, sino que las valoren positivamente. Si el MEDE y los instrumentos instituidos en la anterior crisis presentan rigideces para afrontar los efectos de la pandemia, la UE debe habilitar con prontitud otros que atiendan a la emergencia actual.
Aunque puede haber un error de apreciación en todo esto. Pedro Sánchez advirtió la semana pasada al resto de los socios de la UE que, a diferencia de la crisis de 2008, el COVID-19 afecta «simétricamente» al conjunto de la Unión. Pero no es eso lo que se percibe en los Países Bajos y en Alemania, o en una Austria que anuncia su vuelta a la normalidad. Buena parte de la opinión pública en el Centro y Este europeos siente, con mayor o menor ánimo solidario, que el problema afecta fundamentalmente a Italia, España y Francia. Tanto que las menciones a la «simetría» de esta crisis pueden percibirse en aquellos países como expresión de un vaticinio fatídico al que se resisten sus ciudadanos y que detestan sus gobernantes. Por eso conviene que el Gobierno de Sánchez no se cargue de argumentos emocionales cuando de lo que se trata es de demostrar al resto de Europa su interés en que el Sur de la Unión supere cuanto antes la pandemia y sus consecuencias.
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