La certeza de una profunda recesión que esta vez no se debe a graves problemas estructurales del sistema financiero sino a una causa de fuerza mayor, no está teniendo los efectos sobre el crédito que alcanzó la crisis de 2008, tan diferente. Por fortuna, esta vez los bancos tienen solvencia y liquidez, y por lo tanto incentivos para prestar, pero como es lógico, la experiencia cuenta y la prudencia es también la norma. Máxime cuando no se sabe a ciencia cierta cómo será el retorno a la normalidad, ni si las ayudas que va a aportar Europa serán capaces de evitar una subida desaforada del desempleo a consecuencia de la destrucción de una parte del tejido económico más dañado. A diferencia de la frívola política crediticia, asociada a la burbuja inmobiliaria, que desembocó en la anterior crisis, ahora los bancos prestan como promedio el 75% del valor de tasación de la vivienda en los créditos hipotecarios. En lo referente a los créditos al consumo, los bancos están muy pendientes, conscientes de que la morosidad en estos créditos es antesala de la hipotecaria. En definitiva, esta vez el sector bancario podrá acompañar constructivamente la salida de la crisis, sin ser él mismo parte del problema.
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