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El confinamiento vivido ha puesto en evidencia que el ser humano, aunque individualista, es un ser social a quien horroriza el aislamiento y la soledad o, al menos, le perturban su equilibrio y bienestar. La desescalada da prueba de ello; la mayor parte de ciudadanos ... de cualquier edad han retomado el placer de reencontrarse con familiares, amigos y compañeros en reuniones privadas, o tomando ruidosa y profusamente terrazas y calles. En Logroño, las típicas Laurel, San Juan, Portales, etc. han recobrado prácticamente el aspecto multitudinario de antaño, a veces con la particularidad de las mascarillas entre transeúntes, entre pincho y pincho, o con medidas de distancia y protección de alimentos juiciosamente adoptadas en algunos establecimientos para compaginar el placer social con el peligro persistente; aunque otras veces algunos omiten las aún necesarias medidas cautelares, como si nada hubiera pasado.
Este espectacular renacer social tiene una parte positiva: la vida fluye, las personas vuelven a cultivar el placer del reencuentro, de conversar e interactuar relajadamente con los conocidos, la ciudad retoma su tono social y, por fin, tras largos meses, los propietarios de los negocios sobrevivientes comienzan a generar trabajo y riqueza, de nuevo. La parte menos positiva es que, atendiendo a la OMS, el peligro no ha desaparecido porque el virus ha venido para quedarse; preocupa un posible rebrote de la pandemia que ponga en jaque la resistencia personal y del sistema. Muestras hay, aunque no todas sean debidas a lo social, como el rebrote de Lleida provocado por otra causa más deplorable vinculada a las condiciones de vida de aquellos que no tienen otro recurso que sobrevivir, sin mínimas condiciones higiénicas, esperando ser contratados como temporeros.
La eficacia del confinamiento para doblegar el contagio está demostrada, pero sabemos que la vida debe fluir en pro del bienestar personal y la imprescindible recuperación socioeconómica. Todo reposa en el civismo, responsabilidad y prudencia individual de cada uno de nosotros; si volvemos a lanzarnos como si nada hubiera sucedido a prácticas sociales necesarias pero sin medidas de higiene personal y compartida, volveremos a enfrentarnos al espectro del confinamiento parcial con nefastas consecuencias.
Está en nuestras manos transitar desde una sociedad de prohibiciones sanitarias pero paralizada y abocada a la ruina, hacia una sociedad responsable que prudentemente de vida a la vida con los riesgos imprescindibles pero sin histrionismos... o hacia una imprevisible sociedad hedonista y despreocupada.
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