Propósitos, propósitos, propósitos
CON LOS SIETE SENTIDOS ·
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CON LOS SIETE SENTIDOS ·
Los Reyes Magos llegaron y nos dejaron lo que pudieron, o lo que pedimos en la carta, o lo que ocultamente deseamos. El caso es que a los regalos solemos unir los propósitos para el nuevo año. Ante el estrenado cuaderno en blanco –bien que ... ya lleva acotaciones en los márgenes– solemos escribir todo aquello pendiente y, seguramente aún, más pendiente por la pandemia, tal vez: ir al gimnasio, ser mejores padres, estar más atento, aprender un idioma, adelgazar, engordar, etc. Es posible que nos pase como a un querido amigo mío, el cual contaba que al comienzo de cada año confeccionaba un listado de todo aquello que quería hacer y todo lo aplazado, por ejemplo: arreglar la persiana, leerse los ocho libros pendientes antes de comprar más, ir a nadar todos los días, pensar antes de actuar... El resultado solía ser que tachaba una o dos cosas del repertorio y a continuación escribía cuatro o cinco propósitos más que le iban surgiendo.
Así suele pasarnos. Por ello sugiero escoger una sola tarea y persistir en ella. ¡Claro! No es igual arreglar una persiana que ir al gimnasio, o que tratar de ser menos nervioso, o más reflexivo.
Propongo, para empezar, hacer dos listas. Una con deberes pendientes que se pueden resolver a corto o medio plazo: arreglos, lecturas, ejercicio... Y otra con un único propósito que nos ayude a concluir las retahílas de tareas y a aprender a vivir.
Puestos a elegir, propongo conocernos mejor a nosotros mismos –¡vaya! sí, vaya–. Conocerse no es saludarse en el espejo y contar canas, arrugas o lo guapos que somos. Hablo de conocer nuestras emociones, conocer qué cosas nos hacen reaccionar de una manera que nos ayuda o nos perjudica en nuestras convivencias. De aprender a diferenciar la ansiedad del estrés; la ira de un enfado casual; la tristeza de la depresión, etc. De saber qué motiva nuestras emociones y aprender a gestionar nuestros enfados, decepciones, éxitos, desesperanza. Hablo de conocernos a nosotros mismos para poder enseñar a nuestros hijos y/o alumnos una gestión emocional fuerte que asiente una salud mental óptima y nos permita vivir tranquilos con nosotros mismos pese a los renglones torcidos que encontramos en el camino.
Sobre cómo la pandemia ha puesto el foco en la salud mental; sobre lo imprescindible que es comunicar sentimientos para poder comunicar necesidades, sobre educación emocional, optimismo realista y salud mental prometo hablar en otra columna, pues es un reto pendiente e ineludible. Como dijo Wayne Dyer: «El estado de tu vida no es más que un reflejo del estado de tu mente». La buena noticia es que las habilidades emocionales se pueden aprender a cualquier edad y de esa manera «los seres humanos pueden alterar sus vidas al alterar sus actitudes mentales» (William James).
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