A propósito de Ortigosa y otros pueblos de Cameros
Los cameranos colaboraron en el desarrollo de Logroño; ahora, allí, en el Gobierno de la comunidad, está la llave del futuro de su sierra
J. JASINSKI
Domingo, 4 de abril 2021, 09:33
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J. JASINSKI
Domingo, 4 de abril 2021, 09:33
En las últimas semanas han aparecido varias noticias relacionadas con el estado del monumental puente de Ortigosa de Cameros y la necesidad urgente de su reparación. Pero yo quiero escribir sobre algo distinto: Ortigosa, en los siglos XVII y XVIII, como otros pueblos de Cameros, ... tenía seis o siete veces más habitantes que hoy (Logroño era solo cuatro veces más grande). En Ortigosa había dos iglesias, otras dos iglesias auxiliares en El Rasillo y Peñaloscintos y tres ermitas. Era un pueblo relativamente importante y muy próspero. Todo ello gracias a los numerosos rebaños de ovejas merinas y a la pujante industria de la lana.
Pero el factor determinante fue el duro y constante trabajo de los ortigosanos. Porque marchar todos los años caminando a Extremadura, a las tierras de los obispados de Cáceres o de Coria, protegiendo los rebaños de ladrones y de lobos no era tarea ni cómoda ni fácil. Como tampoco lo era el trabajo de familias enteras en pequeños telares en sus casas, transformando artesanalmente la lana en paños. En el famoso Catastro del Marqués de la Ensenada (1753) muchos vecinos figuran como «ganadero, labrador y fabricante de paños», todo al mismo tiempo. Lo de labrador era muy relativo y secundario, puesto que las piezas de tierra eran pocas, muy pequeñas y, por lo general, de calidad mediocre. Así prosperaron los antepasados.
El recuerdo de la época de trashumancia de la sierra y de la importancia que tenía ésta para la economía y la vida de toda La Rioja se hace patente todavía hoy a diario en El Espolón de Logroño, cuando suena su famoso carrillón.
Cuando al principio del siglo XIX terminó la trashumancia, todavía quedaba en el pueblo el negocio de la lana, que posteriormente se transformó en la fabricación de mantas. Pero ya en la segunda mitad de siglo se aceleró el proceso de emigración de los ortigosanos a Logroño, Galicia, Barcelona y mucho más lejos, a Argentina o Chile. Lo de ganadero, labrador y fabricante de paños cambió en muchos casos a comerciante. Numerosos ortigosanos triunfaron en sus nuevos destinos, unos incluso muchísimo, pero lo admirable es que muchos de ellos mantuvieron lazos con su Ortigosa natal, costumbre que pasó después a sus hijos y nietos. De allí surgieron grandes gestos como, por ejemplo, la financiación de los dos puentes de Ortigosa. O, más actuales, el considerable apoyo ahora desde Chile y Argentina a la petición dirigida estos días a la presidenta de La Rioja.
En el siglo XX, Ortigosa dejó de crecer poco a poco. El desarrollo se centró en otras zonas de la región y del país mejor comunicadas y situadas, con poblaciones y mercados potenciales más importantes. En Ortigosa, de los barrios y aldeas que se mencionan en el catastro de Ensenada solo queda Peñaloscintos. La aldea de El Rasillo se 'independizó' en 1817, en tiempos de Fernando VII. El barrio de Cirujales ya no existe y el de Los Molinos, donde aparte de las casas y la fábrica de mantas, que daba trabajo a varias decenas de personas, estaban las mejores tierras de cultivo, desapareció bajo el nuevo pantano construido en el siglo XX para llevar el agua a Logroño.
Ahora, especialmente durante el invierno, en Ortigosa hay relativamente pocos vecinos. Además, una buena parte de ellos son ya mayores. El pueblo se anima un poco durante los fines de semana cuando vienen algunos hijos y nietos. Después, conforme avanza el año y mejora la temperatura, porque el clima en la sierra es duro, hay más movimiento. Llegan desde las distintas partes de España algunos descendientes de ortigosanos, abren sus casas y permanecen una temporada. También llegan otros visitantes por las conocidas grutas, el pantano y por el monte.
Ortigosa, en determinados momentos del verano, puede alcanzar los mil habitantes o incluso más. Se nota la vida en todos los rincones del pueblo y se ve a la gente animada, contenta y disfrutando del pueblo, de las fiestas del Carmen, del monte y de estar con sus familiares y amigos. Piensas que este pueblo no puede desaparecer.
Y seguramente es una cosa muy parecida a lo que ocurre en otros pueblos de toda la sierra de Cameros. Pero la realidad es que estos pueblos serranos tienen hoy en día muchísimas dificultades. ¡Necesitan mucho más cariño y más ayuda!
Seguro que muchos vecinos de Logroño, al que he visto crecer espectacularmente en las últimas décadas, tienen padres, abuelos o bisabuelos que nacieron en pueblos de Cameros. Los cameranos colaboraron desde hace muchas, muchas décadas en el desarrollo de la capital. Ahora la capital, el Gobierno y la Administración de la Comunidad tienen la llave para el presente y el futuro de los pueblos cameranos.
¡La sierra de Cameros tiene que seguir estando viva por el bien de todos!
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