Qué pasa, ya no conoces a los amigos o qué? –me dijo al cruzarse conmigo.

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No le había conocido. Entre la visera, las gafas de sol y la mascarilla, ni había caído en la cuenta de quién era.

¿Cómo iba a conocerte?, pareces el ... comisario Villarejo.

Me dijo que iba a la farmacia a comprar unos test de antígenos para eso del COVID. Estaba harto de meterse palitos por la nariz.

Había fila para entrar en la farmacia. No mucha, seis u ocho personas. Para no aumentar el jaleo, le dije a mi amigo que le esperaba sentado en el banco de enfrente. Tres cuartos de hora más tarde le vi salir con cara de mal genio y una bolsita de plástico en la mano.

No me digas nada. Que no les quedan, que los piden y que te pases mañana a buscarlos.

Pues no has pegado ni una. Mira –dijo mi amigo sacando de la bolsita de plástico varias cajas de antígenos.

¿Entonces? –pregunté sin entender el manifiesto cabreo de mi amigo.

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¿Sabes a cuánto me han costado?

Ni idea, pero lo mismo me da que me digas a cincuenta que a cien. No los he comprado en mi vida.

Pues me han costado a ocho euros.

Y eso qué es, ¿barato o caro?

Pues ni barato, ni caro, eso es el timo de la estampita... Los que compré ayer me costaron a cuatro.

¡Hola! Algo había leído yo de que había tensión en el mercado.

¿Tensión? Lo que hay es mucho morro.

Y así, querido lector, han estado las cosas hasta que la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, anunció que, tras una laboriosa reunión del Consejo de Ministros, el Ejecutivo, una vez según ellos garantizado el suministro, había abordado la fijación del precio de los antígenos.

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Sigo sin entender de dónde sale esa ridiculez de precio de dos euros con noventa y cuatro centésimas de euro

Bueno, pues ahora viene cuando a un servidor le toca no entender, porque, vamos a ver, con la sexta ola que llevamos, que más que una ola parece un tsunami, ¿a ustedes les parece normal que, salvo en mercados especulativos, se deba esperar a ver si hay existencias de un producto para fijar su rango de precios en el mercado?

Pero es que además sigo sin entender de dónde sale esa ridiculez de precio de dos euros con noventa y cuatro centésimas de euro. A mí me suena a eso de «no lo pongas a tres, Pepe, que les va a parecer caro». Y ya para terminar, ¿están seguros de que van a tener moneditas de un céntimo para dar las vueltas del cobro? O es que se va a volver a aquello de se cobran cinco y ¡propina al bote, nene!

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Hasta el domingo que viene, si Dios quiere, y ya saben, no tengan miedo.

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