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El informe que actualiza las perspectivas del FMI sobre la economía mundial ha agravado sus expectativas al pronosticar una «desaceleración profunda» del -4,9% este año y una «recuperación anémica» el próximo. En ese escenario, el Fondo Monetario Internacional presenta a España como el país más dañado por el Covid-19 –junto a Italia–, con un desplome de la actividad del 12,8% el presente ejercicio y una expansión del 6,3% en 2021, como si el impacto relativo de la pandemia se tradujese en una repercusión análoga en el PIB. No por ello cabe olvidar las debilidades que nuestro país presentaba con anterioridad al 15 de marzo.

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El desconocimiento del grado de contracción experimentado en el segundo trimestre dificulta la toma de decisiones públicas y privadas de cara a corregir el rumbo, más allá de continuar aplicando medidas de cobertura social y sobre el empleo existente. Aunque es la suma de las incertidumbres que ensombrecen el momento lo que atenaza el crecimiento inmediato. Por delante, como ayer reflejaron las bolsas, se encuentra la evolución global del virus y la eventualidad de nuevos confinamientos. Junto a ello destacan la pérdida de pulso del consumo, el incremento de costes por razones de prevención sanitaria, los efectos que se atisban sobre la marcha de las empresas y su propia viabilidad, la desigual composición sectorial de la recuperación, el debilitamiento de la demanda exterior o los cambios en la producción y el aprovisionamiento mundial, entre otros factores. Todos ellos inciden ya sobre la marcha de la economía española.

Pero el hecho de que el FMI señale a nuestro país como el más afectado por la pandemia, empeorando de forma sustancial sus previsiones de hace dos meses, no solo es una mala noticia por lo que pronostica. También lo es porque carga sobre España la tarea inaplazable de proyectar hacia los mercados algunas certidumbres, aunque sean mínimas, sobre su capacidad de superar la situación. En primer lugar, demostrando que puede ser un país tan seguro como el que más frente a la evolución del Covid-19, siempre desde la máxima transparencia. En segundo lugar, reactivando el sector turístico por su peso sobre el PIB y como escaparate del momento que atraviesa el país en su conjunto. La mejora que el FMI introduce sobre la previsión que manejaba para España para 2021 ofrece un hilo de esperanza al que aferrarse.

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