Secciones
Servicios
Destacamos
Las cosas no van bien, tontería sería negarlo. Más o menos desde que la maldita pandemia se cebó con nosotros, por una cosa o por la otra, estamos que no levantamos cabeza. Que si la inflación sube, que si el PIB baja, que si Rusia ... invade Ucrania y que si el Banco Central Europeo, viendo la cantidad de barbas que se están poniendo a pelar, ya nos ha avisado que vayamos poniendo las nuestras a remojar.
Y cómo no será la cosa de preocupante que nuestro presidente ha pedido a su equipo ministerial que vaya echando un ojo a los gastos públicos dependientes de cada uno de sus departamentos, para evaluar si hay motivo de rebaja o de eliminación.
Porque al parecer, y como el documento expresa, hay «necesidad de racionalizar el uso de los recursos públicos», de «mejorar la calidad del gasto», de «responder a los retos de la ciudadanía» y de «fortalecer los mecanismos de seguimiento y control del cumplimiento de objetivos».
Y a mí, y a la vista de estas actuaciones, que sin duda aplaudo, hay una pregunta que se me viene a la cabeza y que, con todo respeto, desde estas líneas me permito hacer a nuestro presidente.
Presidente, después de sabido todo lo anterior, ¿quiere usted decir que todas esas cosas que ahora encuentra necesario hacer, hasta ahora no se habían venido haciendo? ¿Quiere usted decir que hasta ahora no se buscaba la excelencia en el uso de los recursos públicos o en la mejora de la calidad del gasto? De piedra me deja.
Sinceramente he de decirle que algo me barruntaba yo de que, con esto del gasto público, a mí el primero y a usted después, nos estaban dando gato por liebre. ¿Y sabe cuándo empecé a darme cuenta de la generosidad con la que muchos de sus ministros se estaban gastando el dinero que ni era suyo, ni teníamos? Pues cuando me enteré, por ejemplo, que mientras ustedes se resistían a bajar los impuestos o rebajar el precio de la gasolina (armando la que armaron), aprobaban por otra parte la chorrada esa del cheque cultural.
Esos cuatrocientos 'mortadelos' que se van a regalar a los jóvenes cuando cumplan dieciocho años, para que en las próximas elecciones recuerden que tienen que votarles a ustedes y para que puedan comprar entradas para cines, festivales escénicos, museos, videojuegos y una docena y media de cosas más.
En resumen que, entre pitos y flautas, este «programa querido» por el Gobierno, como en su día lo calificara la ministra de Política Territorial, va a costarnos, si no hacen nada por evitarlo, la friolera de doscientos diez millones de euros. Doscientos diez millones que recaerán en quinientos mil jóvenes cumpleañeros. Un cumpleaños de lo más feliz. Hasta el domingo que viene, si Dios quiere, y ya saben, no tengan miedo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.