El MIR de los profesores

Esos 300 son docentes de todas las ramas del saber. A la mayoría, los que más años llevan como interinos, no le van a hacer ni un examen. Simplemente tendrán que poner en un papel los años que llevan currando y los cursillos que han hecho, y ya. Al resto, que llevan años pero no tantos, les caerá una oposición a medias, con una exigencia ridícula en comparación con la habitual.

¿Está eso mal? Evidentemente, si uno es opositor, dirá que sí. Pero los opositores no están organizados ni votan liberados sindicales, así que en este juego importan (ay) poquito.

¿Y para el resto? En realidad, lo que habría que decir es que este método de hacer profesores «para toda la vida» se acerca más a la lógica que el otro. Aunque solo un poco. O sea. Si me lo preguntan, el método lógico de hacer que alguien sea docente es probarlo. Hacerle un MIR. Primero un examen, luego unos años de práctica, y si se ve que el interfecto vale para ello pues adelante. Y si no, puerta. Santo y bueno.

Lo que ahora van a hacer con esta gente está a medio camino: muchos de ellos han probado de sobra que saben de qué va esto, y bueno es que sigan. Otros serán un desastre, pero ninguna ley les va a impedir seguir siéndolo con nuestros hijos durante toda su vida.

Porque de hecho, cuando uno pasa unas oposiciones de Educación demuestra con creces una única cosa: que sabe aprobar unas oposiciones. Pero nada indica tras ello si será bueno o malo en uno de los trabajos más complicados del mundo.

Y con solo esa demostración le tocará en suerte el futuro de unas cuantas generaciones de chavales, a los que pueden elevar o hundir concienzudamente.

No hay nadie que pueda decir con honradez, tras conocer un colegio (el que sea) que no ha visto a ninguno de estos últimos en funcionamiento. Profesores horribles, desmotivados o directamente aviesos, tóxicos para sus compañeros y más aún para los niños.

El hecho de que nadie pueda hacer nada para evitar eso es una tragedia. El sistema de acceso al profesorado se puede cambiar, pero nunca se hará. Cuando llegue el PP habrá otra reforma. Ya saben: la religión, el catalán. Esas cosas de verdad importantes.

Reprobar a alguien en el Parlamento sirve más bien para poco. Pero es simbólico, y eso en democracia tiene su importancia. El otro día, el Parlamento de La Rioja dijo oficialmente que doña Raquel Romero no tenía «compromiso con la ética pública». Y por eso le tiró de las orejas. Fútil intento, cierto: si doña tránsfuga no tiene ética, la reprobación le dará igual. Pero en fin.

Para mí, sin embargo, lo más interesante de ese pleno fueron dos cosas. O tres. Una, que a la reprobada ni se la oyera. Lo cual no es novedad, pero bueno.

Dos, el retorcido argumentario que tuvo que hacer Henar Moreno (IU) para votar que sí a la reprobación, pero que no a la petición de cese como consejera. Que hubiera sido igualmente fútil, pero en fin: si a uno le falta «compromiso con la ética pública», no parece ser buen candidato a una consejería.

Y tres. Sigue pareciéndome estupefaciente que el PSOE se resigne a seguir rodando cuesta abajo por el daño reputacional que le hace seguir ligado a la consejera. Porque eso le daña a sí mismo, pero aún mas a Podemos. Y sin Podemos, el PSOE no gobernará.

Estamos en año preelectoral, así que tocan muchas cosas. Tocan obras (en Logroño, más que en quince años), tocan promesas. Y toca follón con la Policía Local de la capital. Es como la caída de las hojas en otoño. Cada una de las corporaciones de este ayuntamiento ha tenido follón con el cuerpo policial. Siempre con el mismo patrón: los polis piden bastante más de lo que sería lógico, el Ayuntamiento se niega, los polis presionan, el Ayuntamientos se niega, los polis la lían más o menos parda... y el Ayuntamiento cede en todo o en parte. Los servidores públicos tienen que estar bien pagados, oiga. Pero esta canción empieza a sonar a Georgie Dann.