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Hubo una vez, en un lugar llamado España, un rey que abdicó en su hijo por razones jamás contadas a su pueblo. Un día, como huyendo de un incendio, se montó en un avión privado y se largó. Voló hacia lejanas tierras de sultanes de ... los que mandan en cielo y tierra y se instaló en el Golfo (Pérsico). Nadie lo despachó de su tierra pero él se fue porque le dio la gana y punto, sin dar explicaciones como en los cuentos de reyes y princesas. El pueblo quedó mayoritariamente boquiabierto, porque mayoritariamente lo había querido, admirado y respetado en un tiempo en el que la democracia, mayoritariamente deseada y por todos construida, daba sus primeros pasos. Cuando partió sin decir adiós, ninguno de sus defensores mencionó la tristeza y el dolor que padeció el Título II de la Constitución que regula la institución de la Corona. Dicen los expertos que el texto constitucional sintió como si le hubieran propinado una patada en todos sus artículos. La corona, que ahora porta su hijo, quedó descolocada tras la polvareda que levantó la escapada del emérito rey de España.

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