El estupor y la indignación que provoca la presunta violación grupal en pleno centro de Logroño de dos chicas de 12 y 13 años por parte de otros cinco menores –dos de ellos ya enviados por el juez a internamiento en régimen cerrado– obliga a ... interrogarse cómo y por qué es posible que lleguen a registrarse episodios tan pavorosos en una sociedad que se dice protectora y blindada contra la barbarie. Si los hechos no fueran ya sórdidos por sí mismos, la edad de los implicados hace estremecedor cualquier análisis. El caso transciende lo estrictamente policial y jurídico para ingresar en el terreno de la ética, la educación y el modelo de convivencia al que aspiramos como colectividad. Y más aún, cuando, lamentablemente, los delitos que tienen a menores como protagonistas han dejado de ser residuales para ganar terreno en la estadística. Lo acaecido en los dos inmundos trasteros de la logroñesa avenida de Navarra supone un golpe seco en la línea de flotación de la inocencia de una ciudad y una comunidad que se han vanagloriado históricamente de sus estándares de madurez y seguridad, aflorando una realidad brutal ante la que no cabe cerrar los ojos, sino asumir los errores y actuar.
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