Desde que las Cortes de Cádiz reconocieron la libertad de imprenta, estamos muy intensitos con esto de los libros. Yo la primera, que no solo subo a Instagram fotos de los que tengo en la mesilla de noche para hacerme la instruida, sino que ayer ... terminé 'El gatopardo' a las tantas de la madrugada y tuve que reprimir las ganas de abrir las ventanas y gritar a los cuatro vientos «¡Leedlo! ¡Leedlo, insensatos!». No lo hice porque no quiero que mis vecinos piensen que estoy como una cabra. Y porque he de reconocer que llego tarde a un libro que todo el mundo leyó hace muchos años, igual que cuando Isabel Gemio comentó a sus amigos que estaba devorando una novela que la tenía absolutamente fascinada. «Se llama 'Madame Bovary'. ¿La conocéis?», les preguntó, tan pichi como si hubiera descubierto América. Sí, además de intensidad también hay adanismo en esto de los libros. Pero hay veces en que la primera cita con un libro te deja más traspuesta que la primera cita con un tío.

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En algunas ocasiones, ambas cosas se conjugan: cuentan en Twitter que un pavo invitó a una chica a salir. Pero el plan no era ir a un bar a tomar algo, sino meterse en una librería para regalarle un libro y charlar sobre él. Acabáramos. Total, para lo de siempre: enrollarse con alguien. Para ese viaje no hacen falta tantas alforjas, hacen falta tres cervezas y dos vinos. Y que la lectura entraña sus riesgos: ¿y si el tío va y te regala 'Juan Salvador Gaviota'? A ver cómo lidias con eso.

Dicho esto, espero con impaciencia el momento de hincarle el ojo a 'Sobre nosotras. Sobre nada', el libro que han escrito Emilia Landaluce y Rosa Belmonte. Nerviosa estoy. Será porque ya solo tengo primeras citas con libros.

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