Secciones
Servicios
Destacamos
Las campanas de la catedral y el frío de la mañana espolean al rebaño escolar hasta las puertas del instituto, desagüe directo desde el mimorreado lecho nocturno hasta el aprendizaje porque yo te lo ordeno. El impetuoso saludo a los compañeros de fatigas se estampa ... y multiplica por las resbaladizas calles hasta que el silenciador de las aulas amortigua el barullo.
Hoy abren las puertas de cuarto de bachiller El Gordo y El Flaco con una lección magistral. El Gordo es el profe y se llama Juan como casi todo el mundo. El nombre de El Flaco, el invitado, es de pronunciación más peliaguda, una onda de espigas que roza el trigal; más viejo, más alto, con manos sobradas de señales, «yo soy yo, limitado/ por carne sorda y venas». Más sonrosado El Gordo, feliz de apariencia, «sombra voluminosa de carnes y de penas», se arrellana en su butacón. Charlan en ubicuo, cara a cara y frente a las chavalas, un estéreo contundente y sosegado. Cuentan arrebatos de la vida, aldabonazos de sus escritos, contiendas por la verdad y la belleza.
El Flaco Victoriano Crémer recuerda que en esa cosa de la guerra y sus cárceles le dieron guantazos en todos los carrillos del cuerpo y en cuatro o cinco del cognitivo. Es un hombre maduro, pleno de piel y hueso, erguido, ojos con todo el diccionario dentro. El Gordito Juan Ruiz Peña, entonces esbelto según foto que lo demuestra, con una melenaza sedosa y románticamente alborotada, salió del destrozo por la puerta de la sed de justicia y con el amaestramiento de la idea y la palabra como arma.
La vecina de Mafalda escucha con el esternón apretado y el cristalino a remojo.
– Mira, Pili, qu'es'qu'en cuanto abren la boca a ésta se l'abren las carnes.
– Ay, Chucha, que sa'namorao.
– A que los cuadernillos que pierde son poesías...
La mirada del invitado es un rayo, una flecha larga y ardiente. Habla que viene de lejos y es de aquí. Nació a la vuelta de la esquina, en la calle San Cosme, junto a la casa de Amalia, en el burgalés barrio chamarilero. De niño vendía periódicos en el Arco de Santa María, emigró, se hizo amanuense, mancebo de botica, tipógrafo y, además, poeta. Cuenta cómo por un texto sobre la represión ganó 300 pesetas de premio y un expediente militar. Lo sufrido, sufrido está. Ahora busca campos donde el aire es dulcísima carne.
– Pero ¿de cualo s'a'namorado?
– De los dos, que es mu moderna, no tiene prejuicios.
Suena la chicharra encadenada a los chispazos verbales de los dos maestros: «aquí contemplo vida/ me hago llama» (El Flaco), «mi alma es una cerilla» (El Gordo) y la fiesta termina. Permanecen las imágenes, fábulas, alegorías, símbolos, palabras con sentido, versos que la historia recuerda y yo no olvido.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.