El paro registrado superó en España la barrera de los cuatro millones de personas en febrero, el nivel más alto desde la primavera de 2016. Los ERTE, cuya vigencia expira el 31 de mayo con el estado de alarma, acogen ya a nada menos que ... 900.000 trabajadores. Los salarios han experimentado su mayor caída en cincuenta años. Esos tres datos dan cuenta de una situación muy preocupante que difícilmente podrá mejorar antes de que la inmunización de millones de españoles y millones de europeos propicie la libre movilidad en nuestro país y en la UE. Porque aunque el incremento del desempleo se concentre en los servicios y en las comunidades que más turismo atraen, el efecto dominó sobre el conjunto del tejido productivo y el propio sistema financiero dificultan la viabilidad de numerosas empresas aparentemente ajenas a la hotelería, la restauración o el comercio minorista. El ejemplo de La Rioja es paradigmático. Sin ser un territorio donde el turismo sea determinante en su PIB, la actividad ha caído en picado en el último año y el número de desempleados registrados son ya más de 20.000.
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Los seis meses que, siendo optimistas, faltarían para la vacunación del 70% de la población se antojan un período que puede resultar implacable para demasiadas empresas y empleos. Y más porque hasta después del verano no comenzarán a percibirse las primeras transferencias del fondo europeo. La recuperación de la crisis de 2008 reprodujo prácticamente el modelo de crecimiento anterior a las dos recesiones consecutivas. Afortunadamente, esta vez España podrá contar con el impulso de la Unión Europea para plantear una economía más competitiva y menos dependiente de los sectores tradicionales. Ello siempre que las decisiones de los gobiernos central y autonómicos en la próxima primavera no malogre el verano y se empeore gravemente el punto de partida.
Las decisiones del uno y de los otros deben de dejar de estar marcadas por el cortoplacismo y plantearse horizontes más lejanos. De momento, deberían centrarse en evitar una cuarta ola dado que se considera que el paro de febrero es consecuencia de la tercera. La tercera ola que, por cierto, tratando de salvar la economía frente a la epidemia fue gestada al grito de 'Salvemos la Navidad' con el relax de las restricciones a finales del año pasado, un relax que luego obligó a imponer severas restricciones.
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