El Consejo Interterritorial de Sanidad se reunió ayer después de que el ministerio hiciese público sus criterios para afrontar la Navidad: un máximo de seis personas en los encuentros familiares y límite horario hasta la una de la madrugada para circular por las calles en ... las noches más señaladas. El estado de alarma decretado frente a la segunda ola de COVID y las restricciones aplicadas en cada comunidad fueron presentadas desde el primer momento como medidas necesarias para hacer posibles unas fiestas cercanas a la normalidad, con apelaciones a los reencuentros que echan en falta las familias y a la recuperación de la actividad hostelera y comercial. Pero al situar la celebración de la Navidad como incentivo para soportar los toques de queda, los confinamientos periféricos y el cierre de bares y restaurantes, el conjunto de las administraciones públicas generaron expectativas que tienden a orillar la preocupación por los riesgos de una tercera ola y, más en concreto, por la situación que atraviesa el sistema sanitario cuando cada día cientos de personas mueren en nuestro país por la infección del coronavirus.

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Se ha conseguido doblegar la curva epidémica hasta situar la media de incidencia por debajo de 500 casos por 100.000 habitantes. Es de esperar que las restricciones en vigor logren contener a la baja los contagios durante el puente festivo de la próxima semana y que esa sea la tendencia en diciembre. Pero para ello resulta imprescindible que, cuando menos, se acote el tiempo de la Navidad. Tanto desde el punto de vista de las medidas públicas como en cuanto a su vivencia ciudadana. De modo que no dure todo un mes, comenzando dentro de quince días y hasta después de Reyes. No basta con que los responsables institucionales adviertan de que este año la Navidad tiene que ser distinta. Debe serlo sin concesiones a nuestros deseos más íntimos y al cansancio pandémico. Debe serlo en España, en Europa y en todos los países que presenten datos epidemiológicos similares.

El Gobierno hizo público su plan y acto seguido precisó que cada comunidad adoptará sus propias decisiones. Lo uno y lo otro puede ser razonable. Que, sobre un abordaje general de las festividades navideñas, cada autonomía concrete la relajación de las restricciones vigentes durante un tiempo limitado. Pero siempre que se atengan al parecer de los expertos y no obedezcan a pulsiones de conveniencia política o de diferenciación regional.

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