Presión alauí
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El reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara daría paso a que Rabat situase en su agenda internacional la reivindicación de Ceuta y MelillaEl régimen de Marruecos mantiene la presión sobre el Gobierno español, advirtiendo de que «actuará en consecuencia» si nuestro país continúa defraudando las expectativas que Rabat alberga tras el reconocimiento verbal de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental por parte de Donald Trump el 10 de diciembre de 2020, más de un mes después de las elecciones presidenciales que ganó Joe Biden. Es lo que dejó entrever el pasado jueves la embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, mediante una declaración leída desde Rabat, donde se encuentra llamada a consultas por su Gobierno. Luego fue un portavoz de ese mismo Ejecutivo el que, al término de una reunión presidida por el primer ministro Saadedín Ozmani, declaró que «España se deja llevar por la voluntad de frustrar los esfuerzos de Marruecos para consagrar su integridad territorial». Mañana, el secretario general del Frente Polisario, Brahim Gali, ingresado en el Hospital San Pedro de Logroño, comparecerá telemáticamente ante el juez Santiago Pedraz por una querella por detención ilegal y torturas cometidos en 2019 en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia). Si las investigaciones que la Audiencia Nacional sigue sobre el líder polisario no requieren su inmediata puesta a disposición de la Justicia española, sería lógico pensar que una vez dado de alta en el centro hospitalario riojano Gali regresaría a Argel. Momento que podría conducir a Rabat a incrementar la tensión respecto a nuestro país, aunque las autoridades españolas no tengan ni causa ni modo de retenerlo. Para la ONU, el Sáhara Occidental es un territorio no autónomo, sin que ningún Estado miembro haya reconocido formalmente la soberanía de Marruecos sobre él, después de que España se desentendiera de su administración en 1976. Ninguna razón de Derecho obliga por tanto a nuestro país a variar de postura al respecto. Y tampoco existe motivo político alguno para dar credibilidad a la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara que, desde 2007, asoma intermitentemente como argumento de trueque. Sería inverosímil que la autocracia alauí promoviera el autogobierno de los saharauis, a la manera de los países federales o a la de la España autonómica, sin que el conjunto de su sistema político experimentase una radical mutación. Además, el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental daría paso a que Rabat situase en el primer plano de su agenda internacional la reivindicación de Ceuta y Melilla.
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