Un 11-S demasiado presente
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Las imprevisiones de 2001 parecen replicarse con la práctica entrega de Kabul a los talibanes y el aumento de la inseguridad en el mundoLos ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 sobre suelo estadounidense cambiaron el mundo sin que este estuviera apercibido de tal posibilidad. El asesinato en masa de casi 3.000 personas tras secuestrar y estrellar cuatro aviones de pasajeros paralizó el planeta durante horas. ... La constatación de que la masacre fue producto de la determinación de un grupo de activistas nada impacientes, que desplegaron un operativo muy complejo en su secretismo y que necesitaron tan poca financiación que devolvieron el dinero sobrante en vísperas del 11-S hacía aun más pavorosa la amenaza. Una comisión creada por el Congreso de EE UU y el presidente Bush concluyó que «hasta 1996 apenas había nadie en el Gobierno de Estados Unidos que entendiera que Osama Bin Laden era el instigador y organizador del nuevo terrorismo». A él, sin embargo, se dedicaron cuarenta de los artículos de inteligencia incluidos en el informe diario presidencial elevado a la Casa Blanca en los nueve meses previos. El hecho de que no se hubiesen materializado las amenazas lanzadas en febrero de 1998 por Al Zawahiri y el propio Bin Laden para matar a cualquier estadounidense en cualquier lugar de la Tierra había relajado las defensas. A pesar de los atentados del 7 de agosto de aquel mismo año contra las embajadas en Nairobi y Dar es Salaam. Y a pesar de los mensajes captados a Al-Qaeda anunciando una ofensiva coincidente con el cambio de milenio.
Veinte años después, EE UU y los países democráticos que se aliaron al verse también amenazados se ven en la tesitura de tener que dar cuenta del sentido de su reacción, con la invasión de Afganistán primero y de Irak después, cuando las imprevisiones de 2001 parecen haberse replicado en 2021 con la práctica entrega de Kabul a los talibanes. El orden mundial erigido en respuesta al 11-S se desvanece por decisión de la primera potencia, que fue objetivo de aquellos ataques. Otros actores de oportunidad –China, Rusia, Pakistán, Irán o la propia Turquía– tratan de ocupar el espacio cedido sin percatarse de que, como en 2001, sigue operando el factor imprevisible de la yihad terrorista en sus distintas variantes y mutaciones. A las dificultades de articular alianzas tribales para contrapesar la victoria talibán, contener el arraigo del ISIS e impedir la proyección del terrorismo de raíz islamista fuera de la región se le suman ahora las intrigas geopolíticas de un mundo atomizado.
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