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A todo se va acostumbrando uno y el miedo a coger el coronavirus está transformando la preocupación de la gente: del miedo a lo irreversible, que ahora mismo es lo más importante, se está pasado al temor tal vez prematuro por lo que vendrá después. ... Intuimos que nada será igual y que los problemas que vamos a encontrar cuando salgamos del confinamiento serán graves. Y lo serán, sin duda.
La confusión y la recuperación correrán en paralelo. Pero, sin restarle gravedad a la situación y sin recomendar que se baje la guardia, también se impone desdeñar las teorías infundadas de los clásicos agoreros del mal. El pesimismo no es bueno para nada y el optimismo todavía no se vislumbra en el horizonte. Para recuperarlo, nada mejor que echar mano de la historia.
Las recuperaciones sociales y económicas más pujantes casi siempre han surgido después de guerras o grandes catástrofes. Abundan los ejemplos. Desde hace décadas, los países más prósperos y pujantes fueron los principales derrotados en la Segunda Guerra Mundial. Alemania, Austria, Japón... Todos ellos pasaron por momentos dramáticos, vieron diezmada su población y estuvieron sumidos en la miseria, el caos y el enfrentamiento.
Y lo mismo cabría decir de Corea del Sur que, tras la sangrienta guerra que dividió a la península, pasó de ser un país tercermundista a uno de los económicamente más prósperos, más emprendedores y tecnológicamente más avanzados. Quienes hace cuarenta y tantos años siguieron la guerra de Vietnam y sus tres millones y medio largo de muertos no podrían imaginarse la modernidad y el vigor económico que, superando incluso los traumas de la represión comunista, muestra ahora.
Con algunas catástrofes naturales, terremotos, volcanes o tsunamis también, en muchos casos, el dolor y el destrozo se han convertido enseguida en un acicate para la restauración de los daños e incluso en un estímulo para sumarles mejoras. Se trata de un ejemplo que se puede ampliar a muchos casos, variados, pero coincidentes en cómo la desgracia y el infortunio, si no pudo recuperar a las víctimas –que eso sabemos que es imposible– sí ha cambiado la mentalidad de los sobrevivientes. Es como si la gente se concienciase enseguida de la necesidad de reaccionar y de la voluntad de vivir. Con desgracias de esta naturaleza –y la pandemia del COVID-19 está siendo una de las grandes– las capacidades del ser humano se revitalizan. Quienes han pasado por experiencias como las expuestas recuerdan el cambio en la mentalidad de las personas, la renuncia a pequeñeces que abstraían la forma de pensar, y las prisas por recuperar pronto el tiempo perdido.
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