El premio Herman Cain
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De cómo los (aún pocos) negacionistas españoles se lo deberían mirar... en el espejo yanquiViernes | Vacunas
Herman Cain era un empresario y político estadounidense. Republicano. Participó en las primarias del 2011 aunque su candidatura era, digamos, poco plausible: un presidenciable republicano y negro era y sigue siendo ciencia ficción.
Con el tiempo, como la mayoría de ese partido, se acabó haciendo ... trumpista. Y como muchos, también acabó siendo negacionista: se negó a cualquier distanciamiento social, se negó a usar mascarilla. El día en que fue hospitalizado, en junio del 2020, alababa la decisión de no pedir que las máscaras fueran obligatorias en un mitin de Trump. «¡La gente esta harta!», decía. El tuit fue borrado el día que, cuatro semanas después, murió por COVID.
¿Por qué les hablo de Herman Cain? Porque últimamente estoy fascinado, casi hipnotizado como una serpiente india en un cesto, con algo que se puede leer en la red social Reddit, no tan famosa aquí como lo es en EEUU. Se llama «El premio Herman Cain» ('HermanCainAward') y simplemente va reuniendo muertes (americanas) del perfil de la de Cain: negacionistas de la mascarilla y la vacuna, prolíficos en sus declaraciones y en sus ataques a la ciencia y a las autoridades sanitarias, que acaban falleciendo (y contándolo casi a la hora) por culpa de una enfermedad que muchos negaban el día que fueron ingresados. Algunos, hasta después.
El desfile de estupidez recompensada con muerte es pavoroso. Son docenas de personas al día (la mayoría sorprendentemente jóvenes) que alfombran su camino a la tumba con teorías conspiratorias ridículas, con silogismos sin media ostia. Un ejemplo: si yo creo que es una conspiración y la vacuna la marca del diablo (literal) y empieza a morir la gente no vacunada, es porque realmente es una conspiración contra la gente como yo.
Diabólicamente estúpido, sí. Y se pone peor. Como la «ciencia oficial» es todo mentira, las curas oficiales contra el virus también lo son. Así, en los foros y redes sociales circulan recomendaciones de remedios «naturales», zinc, dosis masivas de vitamina C o (no es broma) un desparasitante para caballos. Del que empieza a haber tal desabastecimiento que los vendedores piden pruebas de que quien lo compra tiene, efectivamente, un caballo.
Y esto a qué viene. Pues a que el populismo y el radicalismo ideológico, mezclados con una dosis de ignorancia supina y tres cuartos de odio al diferente, llevan a estos lodos: ahora mismo cualquier cosa que diga la administración es directamente tomada como mentira por hordas de americanos que creen estar en guerra santa, y que son capaces de llegar a morir por ello.
Y así: el país que primero y más vacunas tuvo, está en un 54% de gente inmunizada. La humilde España está en el 75%. Pero nos quedan, aún nos quedan.
¿Tiene usted dudas? Infórmese. Pero con cabeza. O terminará comiendo purgante para caballos mientras oposita al premio Herman Cain.
Viernes | Parot
Tras una semana de polémica rebelde, una organización llamada Sare desconvocó el viernes la marcha que pretendía organizar en favor del etarra Henri Parot. O mejor dicho, cambió el acto grande por otros pequeños: concentraciones en plazas de muchas localidades del País Vasco.
Estoy de acuerdo con la decisión de la Justicia de aprobar esos actos. Me gusta la libertad de expresión, vivo de ella. Pero eso no quita para que me pregunte qué clase de persona hay que ser para plantearse un homenaje público, callejero y multitudinario a un señor con 39 cadáveres en su cuenta.
Repitamos: un homenaje a alguien que mató a 39 personas totalmente inocentes, cuyo único crimen fue no pensar como ese señor. No creo que haya una definición de hijo de puta comúnmente aceptada, pero ésa se le acercaría mucho.
Así que me pregunto, y pregunto de paso a quienes ven adecuado homenajear a Henri Parot. Qué clase de personas creéis que sois. Qué veis por la mañana cuando os miráis al espejo, en qué marco mental vivís para que eso os parezca bien. Dónde está vuestra humanidad.
Sábado | San Mateo
Viva San Mateo. Viva mucho, y viva la vida. Viva volver a lo que era, o al menos a la versión más cercana que podamos conseguir.
El Ayuntamiento de Logroño, al contrario que otros de su entorno, ha optado por una decisión a medias. Hay fiestas, pero yo no organizo actos multitudinarios porque me parecen mal y no creo que sean aceptables.
Pero, como consecuencia casi inevitable, Logroño va a vivir uno de los actos más multitudinarios de los últimos años: un botellón de los que hacen época.
A mí, qué quieren que les diga, me da bastante miedo. Ojalá nada pase y todo vaya pasando. Y nos olvidemos. Pero...
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