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Los amantes de lo sutil deben evitar las noticias sobre Rusia. El envenenamiento como arma política para fulminar a opositores molestos gana enteros en la corte de Vladimir Putin. Para qué perder el tiempo con enojosos principios democráticos con lo sencillo que resulta colocar en ... el té del pelmazo de Alexei Navalny unas gotitas de veneno. Si la sospecha crece hasta resultar una evidencia, se niega todo rotundamente, esta es la primera regla general de la política cuando las pruebas apuntan con el dedo. Alemania confirma la intoxicación. Entonces la segunda receta es aplicar altas dosis de cinismo. El portavoz del Kremlin ha deseado al crítico una pronta recuperación. Ni un pestañeo en el rostro, ni un temblor en los labios. La rotundidad del que miente es fruto del aprendizaje. Merkel ha pedido a Putin que busque a los culpables. Ya saben, como el capitán Renault en Casablanca.
Estas cosas en España no ocurren pero, no nos engañemos, en política siempre es invierno, pero de los de antes. De esos en que los carámbanos colgaban de tejados y balcones y, según los abuelos, caían chuzos de punta. Pues así han caído este agosto en La Rioja. La tormenta se localizó en el palacete gubernamental y no destrozó cosechas sino esperanzas. Después de 24 años el PSOE, en coalición con Podemos y apoyo de IU, llegó al gobierno. En la ciudadanía se detectaba el cansancio de lo anterior y la ilusión por lo que llegaba aunque también hubo espacio para el escepticismo.
Un año después el gobierno implosiona y nos deja atónitos. La presidenta que ya se vio obligada a cesar al consejero de Educación por tener sublevada a toda la comunidad educativa y una SICAV de sospechosa domiciliación, ha prescindido de su consejero de Gobernanza y secretario general del PSOE. También de la consejera de Servicios Sociales, reconocida diputada del partido que la sustenta. Por mucho que se explique es imposible de comprender. En los partidos políticos circula un extraño veneno que no mata pero debilita. El factor humano rara vez se tiene en cuenta. Teóricamente se llega a ellos para defender ideas, pero pronto se tejen las lealtades personales en vez de procurar no traicionar los principios. Así se envenena todo. Los amigos de ayer se convierten en los enemigos de hoy y al revés. Así se ganan puestos y nombramientos, en esta dinámica infernal hay que ser hábil para perdurar. Pretender llevar toda la razón, empecinarse en lo ajeno en vez de converger con los propios es una hecatombe cuando un partido está en la oposición, pero en el gobierno puede resultar letal.
El ciudadano, votante o no y el afiliado, se quedan atónitos. Yo, siendo una romántica de la política, estoy boquiabierta. Nadie sabe quién pagará los platos rotos esta semana en La Rioja pero a buen seguro será un alto precio.
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