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La bala del malo apunta al entrecejo del bueno. El torvo asesino masculla, compadecido: «Reza lo que sepas». Es un gesto magnánimo, le quita la vida a la par que le garantiza el consuelo eterno. Con elegancia ecuménica, sin exclusiones, admite oraciones a todos los ... altísimos. El bueno duda. Hablar así de sopetón a la superioridad, con la que le está cayendo por lo del fin del mundo, le deja mudo. Daba un paseo saludable y prefiere seguir a lo suyo, sin rezar ni dar sus euros a torcer. Canturrea una pequeña oración con la voz de Dionne Warwick, que al malo de algo le suena, y espera. Paporsi. Pues, sí, hay paporsi. Como una centella aparece Pedrín, que ha dejado a su señorito en el Centro de Día y con el tupé cano le propina al malo una somanta de ostras que ni fuerza le deja para decir amén. Contentos de haberse conocido, se toman unos zurracapotes para conmemorar la fiesta y celebrar la fe.
La fe es una de las invenciones humanas de aparente mejor relación calidad precio. Es gratis y sirve para todo. Ni se compra ni se vende, se regala. El reparto es selectivo: a unos, mucho; a otros, poco; a otros, lo justo, y el resto, a chiflar a la vía. La obsesión ideológica ha encastrado la fe en religiones y otros montajes institucionales, que añaden pluses, costes, trocan las inclusiones en exclusiones: así no se hace, eso es de ateos, el jefe no ha dicho eso. En su mayoría al jefe le adjudican el empleo de dios, la suma transcendencia, la palabra que más abarca. Él dictamina y decide, con la supervisión, aprobación, regulación y ejecución de sus diputados en las cortes celestiales. Todos los congresos y senados clericales juran que Él es, en todas sus versiones, el único y el único verdadero. Misterio. Todas las creencias atesoran grandes obras y grandes contradicciones, con el borrón rojo en su historia de crímenes, abusos y, a la mayor, genocidios. Las contradicciones son la sal del espíritu.
El culmen sería un plato combinado con lo mejor de cada una, la religión del medio. El obstáculo es que no dan cien vidas para expurgar y sacar una cosita digerible de lo acumulado. Sólo una comisión de dioses, con diálogo y pactos, vigilados por su comité de garantías, podría revelar la verdad verdadera. Ellos pueden. Pero no les dejan ejercer sus derechos civiles. Ser lo que les apetezca o consideren conveniente, sin que la red de papas, dalaislamas, ayatollás, iluminados y santones decidan por ellos. Manifestar, si les pete, sus características, sus maneras de mostrarse y demostrarse; elegir sus portavoces, desvelar o mantener el misterio. Un trato civilizado para que dejen de ser marginados. Unos más entre los muchos que manipulan los grupos de poder. Oprimidos o exaltados. Esclavizados.
Ora pro nobis.
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