Pradial

Una, que pensaba que lo único excepcional que podría contarle a sus nietos era la derrota eurovisiva de España en 1979 gracias a los 10 puntos locos que le dimos a Israel, lleva medio año viviendo acontecimientos históricos. Qué hartura: los acontecimientos históricos hay que dosificarlos, como el azúcar. Si no, se pican los dientes. Y la paciencia. Estamos comprimiéndolo todo en tan poco tiempo que las costuras están a punto de reventar, igual que mi cuerpo serrano embutido en una 36. El año morcillón. Sólo nos faltaba la canción veraniega de Leticia Sabater para que se nos rompiera la cremallera del vestido. Y aquí está. Entre susto o muerte, me quedo con Georgie Dann, con la barbacoa, con el chiringuito y con qué será lo que quiere el negro. Mira, mami, ahora ya lo sabemos: que no se lo cargue un policía blanco. Tampoco es pedir tanto.

Este año peliculero parece que sigue el consejo de Cecil B. de Mille: «Empieza con un terremoto, y desde ahí hacia arriba». Un terremoto, dice. Eso ya se nos ha quedado pequeño. Dan ganas de tirar 2020 a la basura y comenzar de nuevo. Podríamos volver al calendario republicano francés, aunque tenga nombres cursis: en lugar de estar en junio, estaríamos en Pradial. Vale, lo que sea en tal de acabar con esta cadena de despropósitos. Y, encima, no hay cerezas en la frutería. Otro apocalipsis.