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Aviso: esta columna puede herir su sexibilidad (o, a lo mejor, excitársela).
Verán, a mí la Fiscala Generala del Estado, doña Dolores Delgado, Lola para los amigos, me pone. Aunque la memoria ciudadana ande bastante flácida –lo que aprovecha este inicuo gobierno para metérnosla doblada ... con la tranquilidad que proporciona la infalible «regla de los tres días» que dura cada escandalito–, recordarán que siendo esta señora fiscala en la Audiencia de Madrid, compartió mesa con el comisario Villarejo en una marisquería donde, entre coquina y almeja, celebró la vía vaginal como método para obtener información de políticos y empresarios a través de una empresa de 'modelos' («éxito asegurado», celebró la magistrada); mostró su preferencia por los tribunales formados por hombres («de tías no quiero»), y calificó al juez Marlaska de «maricón» y a otro «tío» que había llegado a la Audiencia de «nenaza».
Pues bien, en su informe anual de la Fiscalía, doña Lola ha exhibido su postureo feministoide calificando de «machista» la señal de tráfico «peligro niños» que muestra la silueta de dos escolares corriendo, el mayor llevando de la mano a la pequeña porque, según ella, coloca a la niña en una situación de «dependencia y subordinación». Veo a mi nieto de diez años ayudando a cruzar la calle a su hermana de ocho y pienso que solo una mente enferma a lo censor franquista puede interpretar así un gesto infantil tan inocente como tierno.
Si esto es sumisión de la mujer al varón, ¿qué serán entonces los coitos heterosexuales en los que ella se coloca debajo, bien boca arriba (postura del misionero), boca abajo (el elefante) o de espaldas, a cuatro patas (el perrito), tumbada de lado (la cucharita) o con las piernas elevadas (la carretilla)? ¿Cuánto van a tardar estos y estas anormales de la hipercorrección política en denunciar estas posturas sexuales como vejatorias para las mujeres sólo por su disposición espacial, sin importar lo placenteras que puedan resultarles o las preferencias compartidas de la pareja? ¿Y en prescribir aquellas en las que ella «ejerza el control» sobre él, como (ilústrense en internet si les pica el gusanillo) la andrómaca, la amazona, el balancín, el candado o la milhoja, que además de una capa de merengue entre dos de hojaldre espolvoreado con azúcar resulta ser el misionero invertido (que tampoco es un predicador gay sino yacer la mujer boca abajo sobre el varón boca arriba)?
Sólo falta que doña Lola, además de dedicarse a proteger obscenamente desde su cargo al Gobierno del que formó parte, cree otra fiscalía especial para vigilar que los amantes españoles se acoplen observando su kamasutra políticamente correcto. Ya digo que esta tía, machista homófoba en la intimidad, me pone. Pero del hígado.
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