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Nunca creemos que lo que nos parece imposible pueda hacerse realidad. Apartamos de nuestra imaginación ideas que creemos absurdas como propias del mundo de las pesadillas y una mañana nos levantamos y lo inverosímil se ha hecho cotidiano: la actual guerra o la pandemia. El ... asombro es como el aire, hay que respirarlo aunque sea hediondo.
Tras leer un artículo de la magnífica escritora canadiense Margaret Atwood, he viajado al mundo de las pesadillas temiendo que alguna se haga realidad y volvamos a un pasado que creemos olvidado. Ella, en su distópica novela 'El cuento de la criada' (1985), inventó un mundo imaginario al que llamó Gilead. Allí, tras un golpe de estado, una dictadura teocrática se instala en EEUU y deja sin derechos a las mujeres que quedan convertidas en simples esclavas de una élite para tener hijos. Se inspiró en el Génesis y en la legislación puritana de la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Se pregunta la escritora si habiendo, como hay en el mundo (pensemos en países de Oriente Próximo, África, etc.) muchas dictaduras teocráticas, por qué no podría ocurrir allí.
Esta reflexión de Atwood tiene que ver con la preocupación existente en EEUU sobre la posibilidad de que el Tribunal Supremo eche por tierra la legalidad del aborto vigente desde 1973. La Constitución norteamericana consagró la libertad religiosa ante el temor a guerras religiosas como las acontecidas en el siglo XVII en Massachusetts. Tenían una religión oficial y, por fidelidad a ella, los puritanos se dedicaron a ahorcar a los cuáqueros. El hecho es que el actual Tribunal Supremo, de mayoría conservadora (ultraconservadora), puede terminar aboliendo el aborto cincuenta años después.
Cada uno de los derechos de las constituciones occidentales fueron conseguidos venciendo la resistencia de las tradiciones y los de las mujeres costaron sangre, sudor y lágrimas. Me pregunto, como Margaret Atwood, que si el argumento de los magistrados es la tradición ¿por qué no derogar también el derecho al voto de las mujeres que también es reciente? Así las cosas el temor es evidente: cualquier derecho conseguido puede desaparecer de repente.
Es evidente que una ola ultraconservadora emergente recorre Occidente desde EEUU a Hungría pasando por Francia o por España. No me refiero al conservadurismo tolerante sino al que no respeta el pensamiento ajeno. Me refiero al que limita la libertad del otro, al que es involucionista y cuestiona derechos conseguidos en el tiempo reciente y quiere reproducir un pasado con libertad vigilada y derechos anulados o recortados. Esa tendencia que se ha puesto de moda en nuestra sociedad occidental, desarrollada pero insatisfecha, de que cualquier tiempo pasado fue mejor se convierte en una amenaza tan peligrosa como la guerra que creíamos imposible.
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