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«Poneos de acuerdo, por favor, seguid hablando», con estas palabras, mostrando su profundo pesar, el actor José Sacristán se dirigió a la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, a las puertas del teatro Bellas Artes de Madrid. El actor en ese momento no actuaba sino ... que mostraba con sinceridad el pesar que sentía. Puede decirse que, sin pretenderlo, José Sacristán se convirtió en portavoz de la mayoría de los votantes de la izquierda española que recibieron con júbilo el resultado electoral.
Cuatro meses después, cabe preguntarse: ¿adónde fue la alegría? Debió precipitarse en el abismo donde habita el orgullo y florece la ambición. Tras el fracaso de la investidura de julio nos quedamos perplejos. Asombrados vimos como la alegría se transformó en decepción y ahora en un pesimismo que roza el cabreo. Si hicieran caso a quienes peinan canas y tienen visión de pasado y de futuro, como José Sacristán, dejarían aparcados los órdagos y las posiciones irrenunciables y lo intentarían de nuevo.
La ambición de alcanzar el poder es el motor mejor engrasado que conozco. Pero en democracia, la izquierda debe utilizarlo para mejorar la vida de la gente, no para deleitarse en su ejercicio. Desconozco si la oferta a Unidas Podemos de una vicepresidencia y tres ministerios es mucho o poco, pero era entrar en el Gobierno. Tras ser rechazada, todo ha ido de mal en peor en las relaciones entre PSOE y UP y, por ende, entre Sánchez e Iglesias. Los insultos han corrido por las redes sociales como en un río caudaloso buscando culpables. Tarea vana. Los ciudadanos sacamos nuestras propias conclusiones y cada uno tendrá su opinión. Lo que queremos es que en el Parlamento hablen de España y de nuestros problemas y el Gobierno dé sus soluciones. No queremos colgar en la plaza pública a nadie sino que escuchen lo que las urnas dijeron. Hay muchas variantes entre el gobierno de coalición y el acuerdo programático con apoyo parlamentario, déjense de historias, de trucos y de palabrería. No nos decepcionen más, no nos alejen de la política. Dejen el circo y el orgullo aparcados. No siembren el odio entre los votantes cavando una sima entre ustedes y nosotros.
Casado y Rivera, el PP y Ciudadanos, también contribuyen a quemar los puentes entre la política y la ciudadanía. La irresponsabilidad de ambos es notoria, aunque la de Ciudadanos es incomprensible. No es de extrañar que se esté desintegrando por dentro tras apuntalar la continuidad de gobiernos manchados por años de corrupción, como el de Madrid y negar cualquier posibilidad de negociación con el PSOE. Su actual meta de convertirse en el partido mayoritario de la derecha huele a fracaso de antemano.
Igual le ocurrió a Unidas Podemos cuando creyó poder ser el referente de la izquierda. Lo sucedido en La Rioja es el mejor ejemplo. Podemos estaba totalmente roto, tras años de luchas fratricidas. Tras traer como negociador a un concejal de Ciudad Real, Mario Herrera, pidieron tres consejerías en el gobierno de coalición con el PSOE. Tumbada la investidura tras contarnos la fábula de La zorra y el cabrón, consiguió una. Raquel Romero, la consejera y única diputada de Podemos, lo ha convertido en flamante director general de Participación Ciudadana. En su currículum brillan unos tuits insultando a Dolores de Cospedal, espetándole que tenía «apariencia de ser una zorra». Su gestión está por ver aunque ya se ve que el cargo no da la categoría.
Volviendo a la gobernabilidad de España. El conjunto de la clase política debe valorar el peso de la decepción, el pesimismo y la desesperanza que se ha instalado en los españoles y que se notará en las urnas. Unos lo notarán más que otros y a todos hará mella el porcentaje de abstencionistas. Traigo a cuento la lección que el apócrifo de Machado, Juan de Mairena, impartía a sus alumnos: «Nuestros políticos llamados de izquierda... rara vez calculan cuando disparan sus fusiles de retórica futurista, el retroceso de las culatas que suele ser, aunque parezca extraño, más violento que el tiro». No lo olviden.
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