El estrepitoso fracaso de Occidente en Afganistán, reflejado en la acelerada evacuación de diplomáticos, tropas y colaboradores en un país que queda en manos del fundamentalismo talibán para bochorno de las grandes potencias, ha irrumpido por sorpresa en la agenda del nuevo curso político. Es ... aventurado pronosticar si el destacable papel de España en el rescate de personas, que le ha conferido protagonismo exterior y propiciado un salto en sus relaciones con Estados Unidos, permite al Gobierno –junto a diversas medidas de política social, como la subida del salario mínimo– recuperar terreno en las encuestas. Comienza ahora una fase decisiva de la legislatura para el Ejecutivo, que se enfrenta a un doble reto trascendental. Por un lado, avanzar en la lucha contra el COVID, junto a las comunidades autónomas, extendiendo al máximo la vacunación y acertando en el momento de aplicar, en su caso, la tercera dosis a los más ciudadanos más vulnerables. Por otro, proceder a una equitativa y eficiente distribución de los fondos europeos para reconstruir nuestro tejido económico sobre bases sólidas. Ambos desafíos van a requerir la construcción de grandes consensos y una visión de Estado tanto por parte del Gobierno como de la oposición que se echa en falta desde hace demasiado tiempo.
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Las millonarias ayudas de la UE no pueden acabar repartidas con criterios políticos o de afinidad partidista. La digitalización de la economía, la transición ecológica y la reindustrialización que deben ser abordadas con ellos exigen el máximo rigor al elegir los proyectos financiados. Junto a estas cuestiones, el Ejecutivo tendrá sobre la mesa asuntos que ha de resolver por necesidad propia e imperativo de la UE, como la segunda parte de la reforma de las pensiones y eventuales cambios en el mercado laboral.
Mientras, la elaboración de los nuevos Presupuestos será la piedra de toque para el Gobierno de coalición, cuya sintonía no atraviesa lo mejores momentos. La estrategia para rebajar el precio la la luz, la regulación del alquiler de viviendas o la aplicación de la ley educativa son motivos internos de discordia que generan una inestabilidad poco propicia para afrontar esta etapa decisiva. Por encima de cuestiones ideológicas y de partido, el momento exige sumar las fuerzas. No ha ocurrido así con Afganistán. Sería deseable que ese error no se repitiera en los cruciales asuntos pendientes.
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