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Aunque detesto el balompié, la competición futbolística me parece un símil apropiado para describir la rivalidad de los partidos (políticos) que aspiran a ganar el campeonato electoral del domingo que viene.
Durante muchos años, la liga política fue cosa de dos grandes clubes, el PSOE ... y el PP, que como el Madrid y el Barça solo se diferenciaban en los colores de la camiseta, pues se enfrentaban en el mismo terreno de juego y se disputaban el mismo balón aceptando las mismas reglas de juego. Antes de los derbis calentaban a sus hinchadas como a enemigos mortales pero en el fondo perseguían lo mismo: meterle goles al otro para ganar el torneo que reporta suculentas primas a la plantilla y mucha más pasta al club por mercadotecnia, derechos de imagen y taquilla.
Pero directivos corruptos de ambos clubes enfadaron a muchos aficionados y brotaron nuevos clubes. Como el extinto CD Logroñés, el PP se desgajó primero en dos, la UDL (el PP residual) y el filial (Ciudadanos) y más tarde en un tercero, contrario al fútbol femenino y al fichaje de extranjeros (Vox), mientras del PSOE surge la UD Podemos y de estos Más País (será el de PRISA). Finalmente, clubes regionales opuestos a la Real Federación Española tratan de destruirla infringiendo continuamente sus normas.
Así que el domingo se enfrentan dos enmarañados bloques de clubes que juegan en ligas y categorías distintas: el que acepta los Estatutos y el Reglamento de la RFEF: PP, actual líder de Segunda, y sus filiales Cs (Segunda B, en puestos de descenso) y Vox (Tercera, de ascenso) y los que cuestionan las tarjetas rojas y el fuera de juego, como el PSOE, único que sigue en Primera, o desacatan abiertamente como sus filiales UP (Segunda B) y Más País (que parte de Tercera Regional), más la caterva de los Regionales Preferentes que no reconocen la autoridad ni del árbitro (Tribunal Supremo) ni del VAR (Constitucional) y pretenden una liga propia pero sin renunciar a las ventajas de jugar en la nacional.
Esta abigarrada ensalada de clubes, siglas, banderas, escudos, camisetas, declaraciones, quinielas, zancadillas, amaños y ultras armándola en las gradas puede resultar tan indigesta que muchos aficionados hartos se quedarán en casa siguiendo los partidos por la tele. Tras conocerse los resultados, en fin, todos los entrenadores comparecerán ante los medios asegurando que están satisfechos del buen juego de sus muchachos, que merecieron mejor resultado pero que el voto no quiso entrar, que no hay rival pequeño, que cada partido es un mundo, que seguirán luchando por la permanencia, que el arbitraje fue de vergüenza, que lo importante es el equipo y, naturalmente, que el fútbol es así, pero de coñazo. Y hasta la siguiente jornada.
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