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Mediado el siglo pasado, George Orwell inventó un mundo distópico, un claro alegato contra los totalitarismos, que debió parecer a algunos una chaladura del autor. La vida triste y silenciosa de los personajes transcurría en una atmósfera asfixiante de silencio, miedo y resignación que hacían ... que la maquinaria de dominación del poder transcurriera sin sobresaltos. Había un Ministerio de la Paz que, por supuesto, se ocupaba de la guerra porque el temor al enemigo exterior siempre une voluntades en el interior. Había un Ministerio de la Verdad que modificaba el pasado y fabricaba las mentiras que debía aprender el pueblo. Existía también un Ministerio de la Abundancia, que vigilaba la exigua dieta con la que sobrevivían. El más insólito era el Ministerio de Amor que con la tortura y el castigo reeducaba a los díscolos en las verdades del poder. Ya saben, una forma expeditiva de demostrar que el amor duele y más si te ama el Gran Hermano.

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larioja Policías de la moral