Polarización

Entre todos los términos políticos que cargan con una mala fama inmerecida, mi preferido es el de polarización. Los partidos tradicionales se han encargado de colgarle el sambenito de la polarización a la defensa de cualquier idea que se salga de su gran pacto: así, ... quedan malditos por la varita mágica de la polarización los debates, las sesiones del hemiciclo, los programas electorales y, si se descuida una, hasta los dos lados de la cama en la que duerme. A aquellos que tanto les horroriza el término lo que en realidad les importa es que nadie se les suba a las barbas, que su manera de hacer las cosas se acate sin rechistar y que el statu quo, con el que tan bien les ha ido tantos años, siga en su sitio. El discurso que demoniza la polarización alcanza su cumbre cuando un orador aparentemente moderado consigue, por medio de las malas artes de la retórica, igualar opciones políticas en las antípodas gracias al tramposo dicho de que los extremos se tocan.